miércoles, 18 de abril de 2012 | By: Abril

Por mi bien...

Dormíamos. En la misma cama. Tú, en una esquina. Yo, en la otra. Y el espacio que quedaba vacío, entre mi cuerpo y el tuyo, era el precipicio por el que ninguno de los dos habría querido deslizarse. Empezaba a clarear cuando tu pie rozó el mío. Por un momento pensé que era una señal de paz y te abracé por detrás, mi mejilla en el hueco de tu espalda. Inmediatamente, con la sinceridad de quien duerme, te apartaste. Al poco ya estabas sentado en el borde de la cama, con los ojos fijos en alguna parte.Te levantaste. Escuché el agua de la ducha, el abrir y cerrar de algún cajón. Saliste del cuarto. Volviste a entrar. Desenchufaste algo. Y, finalmente, el ruido de la cremallera de una maleta que se abre. El crujido del armario del vestidor. La cremallera que se cierra. Toses. Es el tabaco, pienso. Te vuelves a sentar en la cama. Y, muy tranquilo, me dices:-Me voy. Es por tu bien.Me revuelves el pelo, me das un beso en la mejilla y desapareces para siempre tras el chorro de luz de la puerta. Sin una explicación. Sin una oportunidad. Por mi bien.Desde entonces no te he vuelto a ver.Este mañana me he despertado con el rectángulo de luz en mi ventana. Debía ser la misma hora de cuando te fuiste hace un año. En todo este tiempo no te he llamado, no te he buscado, no he vuelto a saber nada de ti. Encogida en la cama, he recordado el agua de la ducha, el vaho de la puerta, la cremallera, el armario...las despedidas también tienen su melodía. Y, de repente, he comprendido que no te fuiste por mi bien, sino por el tuyo. He comprendido que no hay nada menos generoso que la falta de amor.Si me hubieses querido, te habrías quedado.Por mi bien. Por el tuyo. Por el nuestro.

(Ayanta Barilli)