sábado, 4 de noviembre de 2017 | By: Abril

La mujer invisible

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Hola
Contigo nunca he dejado de intentar lo imposible, a sabiendas de creer que era del todo improbable volver a tener aquello que fuimos. Entre aquel tú y este yo hay un inmenso abismo. Yo te he llorado como si hubieses muerto y en cambio tú me has olvidado como si nunca hubiera existido.
Y aunque lo sé vuelvo a caer en la inercia de llamarte. Y a la desesperada te hago una señal para llamar tu atención una vez más. Se me están acabando las ideas para crear escenarios pretendidamente casuales en los que encontrarme contigo. Tú me rehúyes y yo te persigo incesantemente. Pero ni tú eres la misma persona que quise tanto ni yo soy la chica que dejaste un día de octubre. Llovía aquella tarde sobre nuestras cabezas y sobre mi alma. Sentía que el agua mojaba mi pelo pero no quería moverme de tu lado. Y allí se quedó para siempre una parte de mí, que nunca regresó conmigo. Sigo siendo la chica de aquel jueves que vio cómo su último tren salía para la ciudad del olvido.
Tú continuaste con tu vida, como si nada. Tenías razón: olvidas pero no perdonas. Yo, precisamente aquel día en que la lluvia mojaba mi tristeza, pensaba que nunca me había muerto tantas veces en una sola tarde. Cada una de tus frases era un puñal en mi estómago. Estaba desgarrada, tocada y muerta y tú seguías hablando de lo importante que eran tu otra vida, tus amigos y tu trabajo. Todo era más importante que yo y me culpabas por no entenderlo. Por no entender ni aceptar que me había convertido en tu mujer invisible.
Siempre serás el hombre equivocado y yo la mujer imperfecta, pero fuimos y seremos tal para cual. Y sobrevivo con el dolor de haberte querido, el daño que me provoca seguir haciéndolo y la tristeza de saber por encima de todo que, pase lo que pase, y aunque sea invisible para ti, siempre estaré a tu lado.  

(N.H.R.)