martes, 30 de enero de 2018 | By: Abril

Tres caritas sonrientes


Hoy, después de muchos meses en silencio, te he escrito porque en el fondo me hace gracia que el universo se encargue de recordarme cada vez que le parece oportuno que te tuve muy dentro durante mucho tiempo. Que fuiste mi vida, en el sentido casi completo de la expresión y eso es algo de lo que no voy a escapar nunca, aunque haya conseguido poner tierra física y mental de por medio. 
Hoy ha sido Pinterest que me recomendaba una de las acuarelas que en su día pintaste para mí y aun cuelga de la habitación en la que dormía en casa de mis padres. Hace un par de semanas Facebook me preguntaba si conocía a tu chica. Pues claro que sí, pero entiendes que no tenemos interés alguno en ser amigas ¿verdad? 
Hace mes y medio Instagram me contaba tus planes del fin de semana con todo lujo de detalles a través de las stories de un amigo en común. Captura de pantalla con un simple pie de foto: “Mira que simpático Pinterest. Carita sonriente”. Tu respuesta. Tres caritas sonrientes. A eso ha quedado reducido todo. 
Es curioso que cuánto más tiempo pasa, más borrosas se vuelven las discusiones, más se diluye en resentimiento y hasta el dolor se apaga por completo, sin embargo de manera aleatoria te acuerdas, cada cierto tiempo, de lo que en su momento fueron detalles sin importancia, y en el presente, a toro pasado te hacen pensar ¿con todo lo que me querías, tanto te costaba realmente? Yo que siempre he sido la chica de las uñas de colores y tú que me preguntabas, cada vez, de que guardería me había escapado o en qué taller de pintura me habían prestado las témperas. 
Las 0 comedias románticas que vimos en el cine, porque sólo compensaba pagar la entrada si la cinta era de acción. Paradójicamente he descubierto que me gusta el fútbol, verlo y jugarlo, compartirlo y que me lo cuenten, pero cuando nos sentábamos juntos acababa convencida de que el partido que yo veía duraba al menos 3 eternas horas, que estábamos viendo jugar a equipos distintos y sin duda alguna yo era la que estaba en fuera de juego. Siempre. “No te rayes, ya se solucionará”. Tu fórmula mágica para todas mis preocupaciones e inquietudes. Claro. Sólo. ¿Cómo lo nuestro? Porque la vida es así de simple y el universo así de comprensivo. 
Por eso te trae de vuelta cada vez que le parece. 
 (Una dosis de Bea)


martes, 9 de enero de 2018 | By: Abril

Equivocados

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Se me escapó ese: “Sí, quiero”. Al verte de nuevo. Y joder, que mis adentros parecían querer estallar a la vez que mi garganta estaba seca como el desierto de nuestras intenciones, por no decir “Colorado” porque siempre fuimos de grises.

Nunca imaginé que sentiría el olor de tu piel otra vez entre las sábanas de mis sentimientos y es que los dos nos largamos cerrando la puerta, sin dejar una sola ventana por la que colarse.

Fuimos tan mediocres en nuestra huída, que nos dejamos la mitad del alma en la casa del otro, pero eso sí:

-Mis cosas me las llevo yo -aunque solo sea para hacerte daño-.

Y después de unos segundos donde a la muerte le dio un ataque al corazón, tragué saliva y volví a respirar.

Era el mundo real y tú te estabas vistiendo aún sin ser las doce de la noche, para marcharte en tu carroza mágica sin dejarte más zapatos de cristal por el camino.

Me mirabas, como un gato asustado y a mí solo me apetecía abrazarte, pero tu silencio era el infierno a todas las dudas que había tenido.

Y ahora estaba pasando condena, recitando en voz alta tu número de lunares, deseando que volvieras a colarte por los barrotes del orgullo para jugar al escondite con la indiferencia y despedirnos del amargo sabor a despedida, que manchó nuestro cuento de hadas a medio terminar.

Y nada, decirte que: Sí, quiero. Y que todavía me queda tinta para una trilogía.

 (Memorias de un Joven Escritor)

Querido tú

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Querido tú, que estarás leyendo esto,

Esta no es una reflexión cualquiera, ni una página en blanco cubierta de tinta que luego esté dispuesta a borrar. Se trata de, tal vez, una de las mayores puestas en escena que haya interpretado o, si prefieres llamarlo así, la melodía de mi sinceridad hecha canción.
Te eché de menos, sí, una parte de mi invierno siempre lo hizo, como el otoño le enseñó a hacerlo y como evito que toda secuencia de mi primavera lo aprenda a hacer en un futuro. Y a decir verdad, aunque no me haya topado con estación que no lo haga, sé que es mi propio temporal el que enseñará al resto los pasos a seguir por más que éstos se prolonguen demasiado, y puede que sea éste el motivo por el que desde entonces le tengo un poco más de tirria a las agujas y a su tiempo, porque se alejó contigo la magia de su pasión por volar. Pero ya no, ya vuelvo a sentir que continúan creciendo mis alas.
Mis amigos ya no me preguntan por ti y a mí ya no me cuesta reconocer que mi piel llevó durante un buen tiempo tu nombre, que en la geografía de mis párpados pesaste lo suficiente como para no dejarme dormir muchas más noches de las que yo quise.
Fuimos un pedazo de guerra sumergido en paz, el coraje y la ternura amando al mismo tiempo, coincidiendo en aquel párrafo donde nos regalaban todas las páginas que quisiéramos llenar. Y lo hicimos, escribimos las que nos pertenecían, pintando con vida nuestros cuerpos como si de exprimir a un corazón se tratara. Y, aunque ya no sea éste el caso, ambos formaremos parte de la historia del otro, y yo siempre me quedaré con eso.
Tan sólo decirte que espero que las estaciones de las que fuimos protagonistas juntos cuenten las sonrisas que nos dimos, que con el tiempo olvides el frío que cuando te falté sentiste y que ese escalofrío ya no me erice a mí la piel, que no te arrepientas de haber venido a buscarme y que nunca duela cuando pienses en mi nombre y en el tiempo que le fuiste fiel; y viceversa.
Que siempre andemos felices, aunque sea en distintos caminos y al lado de otros pies.

(Melanie De La Peña López)

Te quiero en forma de adiós

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Decirte que te vayas es un atentado suicida y, al mismo tiempo, una forma corta y concreta de definir el verbo querer.
Quizás pienses que mis pasos se alejan de tus pisadas por miedo a enfrentarme al abismo que hay entre tus párpados y los míos, pero ten la pequeña certeza de que si fuese por ese motivo me tiraría al vacío una y otra vez cuál kamikaze, con los ojos abiertos para disfrutar del paisaje.
Lo cierto es que no me asusta cómo sea el huracán si su ojo coincide con los tuyos, pero, aunque me sobren motivos por los que estar aquí, bajar la guardia y permitirme ser feliz junto a ti, solo existe una razón para huir lejos aun sabiendo que ya nunca volverás y nunca más seré feliz, y aun así esa única razón pesa tanto que me tengo que ir.
Tú no lo entiendes y a decir verdad yo tampoco quiero entenderlo, pero en el fondo, alguna parte de mí, sabe con total certeza que solo soy la mecha de una bomba que te hará mil pedazos en algún momento así porque sí, sin yo poder controlarlo. Así que no me pidas que vuelva que ya es demasiado difícil correr sin girarme incontables veces para intentar apaciguar ese glaciar derretido en tus ojos y no salir al encuentro de tus labios.
Espero que algún día sonrías al escuchar mi nombre y seas capaz de entender que esto nunca fue fácil para ninguno de los dos, tú viste desaparecer a aquel quién querías y yo di la espalda a la persona con la que quería pasar el resto de mis días.
Nunca me fui del todo, siempre estuve a la vuelta de la esquina, te he visto pasar con alguno otro más, pero conozco tu mirada. Ninguno de ellos veía en tu mirada la brecha para tratar de curarla a tu lado sin amenazar con huir antes de que se desbordase. Nadie supo entender que existen palabras llenas de silencios y silencios llenos de palabras, pero que por más que sellen tu boca, tu mirada cuenta cada una de tus historias.
Es difícil comprender tanto a alguien y quererla sabiendo que para mantenerla a salvo tienes que evitar tocar la yema de sus dedos, porque existen personas a las que echas de menos hasta cuando cierras los ojos aun sabiendo que al abrirlos ahí van a estar y yo quería ser esa persona para ti, porque es bonito construir un imperio y que cuando esa persona decida tocarte que se tambalee, pero nunca se destruya. A mi vida le sobran motivos para ser feliz pero todos se reducen a ti.
Dinamita, eso es lo que soy, así que siento tambalearme, pero prefiero ser añicos que me construyas y derrumbarte a ti.

(Estela Martínez)