jueves, 29 de diciembre de 2011 | By: Abril

Te he perdido

Te he perdido.

Levanto alfombras, cambio de sitio las sillas, vuelvo las mesas del revés, hago montañas con las sábanas por si te dejé olvidado entre ellas. De vez en cuando echo una ojeada bajo la cama (como me muevo tanto por la noche,tengo miedo de haberte dejado caer).

Todavía no entiendo cómo pude perderte. Siempre estaba pendiente de ti, porque eres un hombre muy pequeñito que apenas ocupas sitio. No alzas la voz, no gesticulas, no haces aspavientos. Eres como un piano con sordina.

Sin embargo, cuando te conocí, te presentaste de una forma casi impúdica. No sólo quitaste la sordina, ¡parecía que llevabas una orquesta!
Una sinfonía llena de acordes de gestos, arpegios de miradas. Dejaste que me asentara en cada compás, que me entretuviera acariciando las cadencias, que temblara con las disonancias. Llegué incluso a introducir variaciones y no te molestaste.

No recuerdo cuándo los instrumentos iniciaron su diminuendo hasta quedar sordos. Dejé de oírte. Poco después fuiste palideciendo hasta adquirir el mismo color que la pared del dormitorio, y dejé de verte. Me conformé con olerte, acaríciate, sentirte...

Pero, desde hace unos días, no reconozco tu olor en la casa. No alcanzo a comprender que desaparecieras sin más; eres tan delicado que esas cosas quedan fuera de ti. Debo haberte perdido.

Sigo buscándote. Tras el sofá, en la nevera, bajo la cama...

(Lourdes)
miércoles, 21 de septiembre de 2011 | By: Abril

Carta a Don Ricardo

"Don Ricardo:

Recién graduado de maestro, allá por los años 40, tomaste el tren de las coincidencias persiguiendo en mapas las coordenadas que te llevarían a la plaza de maestro que te otorgó el Ministerio de Educación, al otro lado del mundo, en San Agustín Acasaguastlán. Además, para tu suerte, te toparías con Mimi, la maestra más guapa del lugar.
Ahí serías, por primera vez, el Profe a tus apenas 19 años; pero, además, el rey de la serenata y la bohemia; el principe del billar y el enamorado de la vida y las mujeres hasta que doña Mimi te marcó las reglas del juego. Yo ya te admiraba y me faltan años para nacer. A veces llegué a pensar que en el banco de niños soborné a algún ángel de poca vocación para que me brindara el milagro de poder ser hijo de alguien tan extraordinario como vos. De lo contrario, cómo explicar tantísima suerte.
Te enamoraste de Mimi y nacieron mis hermanos, y cuando parecía que la cosa se quedaba así, el ángel corrupto se aprovechó de una noche de descuido y tuviste un accidente al que después llamarías justamente como vos, yo.
¿Te acordás cuando vacié la alcancía de mi hermana para dedicarme a las apuestas del billar? Con apenas 13 años, yo ya me codeaba con los adultos en el sitio aquel y cuando me descubrieron te esperé en la sala para recibir el castigo que me merecía.
Entraste despacio, me viste y me dijiste con voz calmada: “Ponete zapatos, que vamos a salir”; me llevaste a un barrio lejano en un autobús público, entramos a unos billares de los que no me acuerdo el nombre; pediste que te alistaran una mesa y me preguntaste: “¿Qué te gusta jugar?”.
Bola negra, te dije. Jugamos siete partidos y los siete me los ganaste sin dificultad.
Cuando metiste la bola negra en el último juego me dijiste: “Mira si has perdido tu tiempo, le robaste a tu propia hermana, descuidaste tus estudios… y ni siquiera juegas bien”.
Pusiste el taco en la pared y te fuiste. Tuvieron que limpiar con un trapo las lágrimas que boté aquella tarde y no hubo trapo que limpiara en mi interior la lección que me dejaste. Cuando me tocó crecer físicamente lo hice mucho más que vos. Yo llegué al metro noventa y cuatro; vos te quedaste en tu metro sesenta y nueve. Que con los años fue disminuyendo. A pesar de la diferencia, siempre te vi para arriba, porque para mí no había nadie en el mundo más grande que vos.
Te sorprendí viejo en aquel juego de futbol, hace apenas unos años, cuando detuviste la chamusca y me llamaste la atención enfrente de todos y me dijiste: “Sé que en este deporte los pases en profundidad se ponen metros adelante del jugador y en diagonal… pero yo tengo 70 años, cabrón, a mí ponémela en las patas”.
Hace apenas cuatro años, a tus 71, andabas de mochilero recorriendo Europa, haciendo safaris en las tieras más escondidas de África o viajando cada fin de semana con mi madre a cualquier lugar.
Igual un palacio, igual un puesto de comida sacudiendo moscas en la carretera. Jamás te quejabas y te sorprendías por todo.
¿Habrá manera más feliz de vivir? Te extrañé mucho cuando me fui a México, pero siempre supiste que este oficio fue todo culpa tuya, que vos me pusiste la primera guitarra en las manos y me enseñaste los primeros acordes con aquellas cuerdas de metal que ampollaban mis dedos de niño de 7 años.
Hoy, mi biografía es un rosario exhibicionista de logros, tengo lo que no llegué a soñar nunca y, a pesar de todo eso, cada vez que despierto en las mañanas pido al cielo que me permita ser por lo menos solo un poquito como vos.
Alguien decide las llegadas y las partidas en esta obra de teatro que se nos otorga solo por un ratito.
“Desde el parto ya compartimos la epidemia… de este síndrome de la caducidad”.
Sentado en tu lecho de enfermo, tomo tu mano y apenas siento vestigios de la fuerza que ostentaste siempre. No estoy seguro si entendés lo que te digo, pero tus ojos me dicen claramente que sabés a ciencia cierta que tenés contigo mi amor indescriptible, mi admiración y mi profundo respeto.
A tu lado inamovible, ese roble de vitalidad y solidaridad que escogiste como tu compañera de toda la vida, la Mimi, mientras la Ingue y la Vero multiplicándose para que no te haga falta una gota de vida a donde quiera que se consiga.
Hace 75 años, el mundo fue mejor lugar desde que lo poblaste; hoy, seguro vas como a convertir en un mejor lugar a donde quiera que vayas.
El otro día que a mí me toque, espero encontrarme al mismo ángel sin vocación, para sobornarlo de nuevo a cualquier precio y me dé la posibilidad de volverme a encontrar contigo, donde quiera que sea.
Te amaré siempre.
Tu hijo, Ricardo Arjona."




(Ricardo Arjona, carta de despedida a su padre)
lunes, 19 de septiembre de 2011 | By: Abril

Sólo permíteme decirte...

No puedo estar sin ti, desde mi soledad me permito escribirte; martirizando mi orgullo, me obligo a decirte lo mucho que Te Amo, las palabras se atascan una a una en el ducto del silencio, no puedo expresarlas, debo callarlas, por eso hoy me obligo a escribirte; gritaría uno a uno tantos versos compuestos para ti, pero algo detiene mi voz y enmudece mi alma, son esta líneas las que hablaran por mi:  te digo en ellas  que la distancia no me permite olvidarte, que son tantos momentos que tengo dentro de mi que serian mil vidas por vivir para arrancarlos uno a uno, que la compañía de la soledad no me ha resultado, que el sabor de tus labios es el combustible de esta llama ardiente que quema mi vida, tus caricias marcaron mi ser, el marrón de tus ojos se mezclo con mi piel, tu aroma a fresas silvestres cautiva el corazón de este mortal; Diosa, ángel, musa; estoy pensando en ti mientras escribo.  Sueño con los días no vividos que pudieron ser; calles recorridas bajo tantas lunas, ocasos vistos en tu compañía, puestas de sol a tu lado, parques, risas y mares donde el sabor de la sal lo endulzaron tus besos, que triste es despertar y que tu no estés. No logro  entender tu ausencia; orgullo o fracasos pasados?; tu negativa frustro la ilusión de un amor puro, que pudo ser la historia mas tierna de dos enamorados que se amaron y al final fueron felices, pero el amor sufrió la imperfección de la tristeza y se acabo el romance y se murió la dicha de amar; la lanza cruel de la intriga, motivaron celos destructores en ti, y así te fui perdiendo. Hoy al mirar tus ojos, descubrí que ya no vivo en ti.    


(Benni Monroy)
miércoles, 24 de agosto de 2011 | By: Abril

Aun estando en la distancia...


Aun estando en la distancia percibo tufragancia. Cierro mis ojos y en el destello de la luz casi opaca te miro. Eresla noche que arrulla mis sueños y eres el sueño que arrulla mis noches.
Aldespertar, el primer recuerdo que logro tener, es el primer beso que meconcediste. Al paso de cada hora, llega tu presencia hasta mi presencia, y traeconsigo la perfección de tus caderas cual movimiento de campanas en campanariode reyes de cuentos de hadas. Eres la presencia misma de la vida devolviendorisas a tiempos marchitos. Tiempoperfecto para amar, es el minuto de pensamientos vivos que te acercan al seramado. Tiempo perfecto para amar: existe desde siempre, desde que la vidadecidió aceptarte como parte del mundo.
Me quedo mudo, el silencio invade mimente, mi cuerpo, mi ser. Vino a entregarme cual mensajero errante, dos hermososluceros: tus ojos, con el brillo que irradian cuando son mirados, cuando sonamados.
El silencio me hizo entrega de tus tiernas caricias, ocultas en elmatiz de tu cariño, sinceras, preciosas. Al pensar que estás, que prontollegaran días de gloria que serán perennes, duraderos e imperecederos, sientoque al fin, amada mía, las palomas blancas cruzaran el cielo y al fin aldespertar del sueño mágico que es tu compañía, no necesitaré seguir dormido, porque despierto: seguiré soñando contigo...

08-07-2011
(Benni Rafael Monroy Álvarez)

¿Cómo olvidarte?...si estás dentro de mí.

¿Cómo olvidar la pasión que guardan tus besos, el deseo oculto que brinda tu piel, la sensibilidad de tus miradas, tu alma quemando mi ser... ?Tu rostro de niña dulce cabalga mi memoria. Palabras de aliento me diste aquellas veces en nuestros encuentros.
No olvido, esta intacta la ultima salida juntos: el cine, la gente, tu risa, el silencio, la despedida... Quiero reencontrarme contigo. Pienso que sigues allí, anhelante de un beso profundo, esperando una tierna caricia, descubriéndonos, evitándonos, a la vez quemándonos de ganas de amar. El olor de tu cuerpo es la fragancia de la esperanza. Hoy confieso que soy tímido ante una mirada tuya; como declaro que al cerrar los ojos te siento y me dan mas ganas de sentirte, de no dejarte ir, de escalar la escalera que conduce al centro de tu vida. Eres pasión. Frente a ti, a solas contigo, mis manos tiemblan y es por el frío que transmite al contacto con tu suave piel morena. Se me eriza hasta la misma alma al tocarla... Sabes que no hizo falta la entrega profunda, nuestros cuerpos fundidos por el calor del amor, para saber el deseo que encerraban tus ganas, sensaciones indescriptibles normalmente humanas. Te siento, te anhelo, me haces falta. Extraño tu silueta. Beso a beso, pedazo a pedazo, cada rincón, desde lo palpable hasta lo intocable. Después de conocerte y de tenerte cerca, no me resisto a pensar en tener otra mujer entre mis brazos; eres tú, sólo tú. Son muchas caricias las que guardo para darte, ¡tengo tantas ganas de consentirte...!, besar tus pies, tus caderas; recorrer palmo a palmo cada punto específico de tu anatomía corporal; conocer lo que no descubrí y por cada beso: enamorarme más de ti.
Es lindo levantarse cada madrugada y encontrarte allí tan quieta y serena. Te contemplé mientras dormías. Te robé muchos besos. Tu ternura dibujaba la inocencia. No fue difícil enamorarse. Hoy, en este exilio al que me has enviado, te suplico -más que una suplica es un ruego-: regálame sólo un día más junto a ti, sin palabras de reproches, sin miedo a dónde ir, sin pena absoluta que valga; sólo un día donde me permitas hablar y donde puedas escucharme.
Princesa: quiero estar siempre contigo…

Te amo…

P.D: No me quites de un solo golpe lo que llegaste a darme.


(Benni Rafael Monroy Álvarez)
domingo, 21 de agosto de 2011 | By: Abril

Carta de tiempos difíciles


Tú, Mi amor:


Aunque todo vaya mal y hayamos demostrado con creces que todo se deteriora y que quizás sea una época mala o puede que la última de nuestras épocas, sigo acordándome de ti cuando hay un partido importante, como aquella vez que con el fin de que te enfadases, crucé un mensaje a tu móvil recordándote que ganaba el Barsa.  Cómo me gustaba cuando te enfadabas y me hacías recuperarte. Me sigo acordando de ti cuando cocino, pues aún cocino para ti, es así como empecé a cocinar mis primeros platos: unas salchichas, un huevo frito, puré de patata…en resumen, las que son tus comidas favoritas, esas que tan poco me agradaban a mí, y con la excusa de acercarme a ti compartía sin rechistar. He de admitir que en esos casos, esas comidas que jamás habría comido en soledad, me sabían ricas. ¿Recuerdas el día que te hice la comida mientras te duchabas? Luego llegaste, asomaste la cabeza detrás de la puerta sonriéndome, miraste la mesa que había colocado, haciendo alarde de mi perfecto estudio de tu cocina., y me besaste. Recuerdo las mañanas que fui a despertarte, una detrás de otra, y cada una con más ganas que el día anterior. Me despertaba mucho antes de lo que me gustaría y cogía el primer autobús que pasaba cerca de mi casa. Te llamaba y salías a abrirme sin camiseta, nos besábamos en el jardín y luego subíamos a tu dormitorio a continuar soñando. Cuando salgo por la noche me acuerdo del día que me escape de casa para robarte un hueco en tu cama, ¿recuerdas el abrazo que me diste? Tuve que robar las llaves de casa y volver a las ocho temprano antes de que nadie me viese. Cuando bajábamos las escaleras de tu casa y encendíamos la tele, aunque no nos gustase verla, pues era una excusa para tumbarnos en el sofá, sin camiseta, y amoldar nuestros cuerpos y acercar nuestras almas. El día en la sierra, como decía tu padre y yo repetía para hacerte reír, en que yo te protegía de las serpientes y todo aquello de lo que decías tener miedo, aunque en el fondo no había nada a que temer, pues en mis abrazos ahuyentaba todos tus temores. El día en el que entre tanto ajetreo quedamos para dejarlo y acabamos comiéndonos a besos y deshaciéndonos en carantoñas y tonterías. Recuerdo bien las canciones que hace tiempo ya no nos dedicamos, y como escogías partes de la letra, las menos llamativas, y las ponías a la vista para que las viese yo. Recuerdo también los detalles, las siestas, tu alergia al césped y tus descansos cada ciertos pasos. Aunque siempre me quejaba, que sepas que esos descansos me gustaban. Recuerdo tus guantes de Gant, aquellos que compartíamos en invierno, al igual que compartíamos mi bolso para guardar tu cartera. Recuerdo tu abrigo marrón, es mi preferido. Un día que te acompañé a comprarte unos zapatos (tus zapatos, pues te caracterizaban) y me miré encantada en el espejo de la tienda. Me miraste y dijiste: “te queda bien”. O tu camisa de rayas, y tus pantalones ajustados, tienes un cuerpo de infarto. Tu habitación y tu olor. Casi siempre te olvidabas de echarte colonia, y eso es lo que mas me atraía. Tu tabaco, y cómo me mirabas con rabia cuando te rompía alguno de tus cigarros. Recuerdo tu reloj de Calvin Klein, a juego con tu ropa interior. O tus pantalones rojos por encima de tus rodillas que compraste conmigo. “¿Te gustan de verdad?”, yo asentí y me abrazaste. Recuerdo los besos que nos dábamos mientras nos cepillábamos los dientes, “Toothpaste kisses”, ¿te acuerdas tú de esa canción? Cómo te obligaba a ponerte el aparato por la noche, y eso que nunca me hiciste caso. Tu hermana, tu madre, tu conejo por supuesto. Las fotos que te hacía cuando no mirabas, pero que cuando mirabas sonreías a la cámara durante un segundo y luego te quitabas. La noche que llegamos a mi casa tras aquella fiesta y me quitaste las medias y los tacones y me metiste en la cama, y después te metiste tú. Tu famosa frase: “¿te hago daño?”, no tenía aliento para contestar y negaba con la cabeza. Tu carita de vergüenza, y la de placer. Tu horroroso carácter. “Buenas noches”, me decías con enfado. Por la mañana me pedías disculpas. Recuerdo el primer día, el segundo, el tercero y todos los demás. Tus bailes extraños que me tienen loca. Solo tengo ojos para ti. Tus: “esa chica me encanta”, y te decía: “otra más en el punto de mira”. Tu graduación, cómo sólo me mirabas a mí desde ahí arriba, mientras te entregaban aquél diploma. Recuerdo todas las lágrimas que has llorado, pues las limpiaba con el dorso de mi mano y las curaba con mis labios. Cuando estabas de exámenes y fui a verte, nunca te he visto tan vulnerable Amor. Te escondías entre sollozos en mi pecho mientras te acariciaba el pelo y te daba besos. Nunca te lo dije, peor ese día me enamoré de ti. Fue mucho antes de lo que debía, pues aún ni si quiera había rozado tus labios. Recuerdo el día que fui a buscarte a la universidad. Llevaba puesto u jersey verde, me gustaba verme en él, me sentaba muy bien, y tú no lo disimulabas. Saque un plano de cómo llegar y lo olvide en casa. Pero como yo siempre llegaba a todas partes, o eso te decía a ti, Salí antes de casa y cuando llegué a las grandes puertas del recinto salías tú, luego te lleve a comer. Y la primera vez que bailamos? Ese día comprendí que una mano en la espalda dice lo mismo que un beso. Me aficione a escuchar a Frank Sinatra y Louis Armstrong solo para agradarte. Y nuestro primer mes como pareja…¿Recuerdas como cada día que nos veíamos te llevaba una poesía escondida entre los pliegues de unas figurillas de papiroflexia que hacia en clase? Siempre intentaba que me salieran tan pequeñas que las pudieses meter en la cartera, pero como bien sabes, nunca he sido precisamente manitas y siempre había alguna esquina que despuntaba. Me desvivía al hacerlas. El día que nos tiramos por el césped en el Retiro riendo sin parar, y cómo miraba la gente alrededor. O cómo aún encuentras huecos para besarme en las orejas porque sabes que no contengo la risa y estallo en carcajadas, dices que es como más guapa estoy. Recuerdo cuando dejaste de sentir celos, esos celos que a mí me engatusaban. Y recuerdo también el día que me recogí el pelo para complacerte, pues sabía que te gustaba mas, pero no me dijiste como tantas otras veces que estaba muy bonita aquella noche. Me acuerdo de tu ropa en mi armario, me la ponía para dormir para que al devolvértela oliese a mi, y como aquel día me deje a propósito “olvidados” mis calcetines entre tus sabanas: tu me aficionaste a leer por las noches, y eso que nunca antes había leído, te confieso que en secreto me imaginaba que estabas a mi lado susurrándome cada párrafo al oído. Me acostumbre a concebirte con diminutivos, y eso que a mí siempre me habían parecido una mariconez. Me acuerdo del tacto de tu cabello cuando al besarnos, casi siempre tu encima de mi, tu flequillo se colaba en mi boca y yo con mi mano inexperta cuidaba no se te despeinase. ¿Recuerdas bien mis preguntas? “¿eres feliz?” te decía. Entre susurros. La primera vez me contestaste que solo lo serias si te daba un beso. Me acuerdo de cómo cuidabas a mi hermana pequeña y te encargabas de enseñarle tus ideas sobre futbol, te adoraba. Espero que recuerdes nuestro primer beso, como temblábamos, me acuerdo bien. Y como luego nos encontramos en el mismo anden, pero en diferentes direcciones, y como sonriendo empezamos a hablar a gritos importándonos un bledo el resto de personas presentes. Nuestros parques, nuestras peleas (que no han sido pocas), de hecho pocas veces estábamos de acuerdo…nunca discutíamos a la cara, sin embargo, puesto que no nos resistíamos al roce de una mano o al calor de una mirada. Recuerdo cuando nos leíamos poesías y como acabe aficionándome a ello. Recuerdo bien contar tus lunares y abrazarte fuerte para tranquilizarte. Recuerdo bien como te obsesionaba tu pasado, y como al ritmo que yo te hacia olvidarlo, comencé a obsesionarme yo. Recuerdo como me decías. “tenemos que ir a París” y yo te respondía: “siempre nos quedara París”. Recuerdo como pase de esperar  minutos o incluso segundos a horas las respuestas a mis mensajes. Recuerdo el cambio brusco que marcó nuestra relación aquel día que te besé. Recuerdo todas mis lágrimas, pues tampoco han sido escasas, en las que no estuviste ahí y sin embargo por las noches me decías: siempre te cuidaré, pequeña. Me dejaban intranquila pensando si de verdad esa era tu manera de quererme. Recuerdo como antes disfrutaba con las duchas, y como ese momento del día se convirtió en mi aliado para camuflar mis lágrimas. Seguro te acuerdas, Vida Mía, del día que te dije que eras el amor de mi vida, hoy doy fe de ello, pues lo creía (lo creo) fervientemente. Recuerdo nuestra primera vez y la primera vez que comprobé por mi misma como el amor te vuelve gilipollas, o eso decías tu. Entonces al fin y al cabo sigo siendo gilipollas, al fin y al cabo sigo enamorada de ti.
Yo, Tu amor.


(María Paz Otero)
miércoles, 17 de agosto de 2011 | By: Abril

Carta a quien sea…



Me encuentro una vez más mirando por la ventana de mi casa de ilusión. ¿Por qué no hay nadie por el camino? Hice uno y mil intentos para que esta casa quedara bonita y creo que es realmente bonita, pero nadie se detiene ni viene, nadie quiere entrar. Las gotas frías del rocío cubren los vidrios… y yo estoy sola, sin entender verdaderamente por qué.
Siempre extendí mi manto de apoyo sobre quien lo necesitase, siempre mi figura apareció por allí si alguien estaba mal. ¿Por qué si siempre estoy para todos y nadie está para mí? ¿Podría alguna vez alguien darse cuenta que estoy?
Desde mi umbral observo a cada cual reunirse con sus fieles compañeros, ese complemento que lo transforma a uno en parte de un dúo, un dúo de gente que se quiere y que se apoyarán mutuamente siempre. Observo desdemi pesar que todos tienen con quién contar, ¿por qué yo no? ¿por qué estoy sola?
Quiero un compañero de bromas, alguien a quien pueda confiarle mis secretos y hablarle sobre mi amor. ¿Es mucho pedir? Mi máscara de sonrisas y color ya no me sirve,estoy cansada de disimular, de sonreír cuando en realidad desearía tener a alguien, de celebrar cuando no tengo con quien compartirlo, de quedarme en esta casa, sola, cuando todos se reúnen con algún ser humano para darse abrazos afectuosos y contarse profundidades del corazón.
En el amor estoy completa, halaga mi casa y su construcción, ¿por qué no puedo también tener un compañero o compañera que venga a traer masitas multicolor y azúcar contagialegría? Aunque suene aniñado, nunca lo tuve y quiero saber qué se siente.
Si el problema somos yo y mi casita, perdí. Es muy difícil cambiar la construcción y el modelo.¿Pero si en realidad resulta que simplemente a nadie le interesa venir a mi casita? También perdí, no sé qué hacer.
En fin, sobrevivir no es un dilema puesto que alguien se está fijando que no caiga. Disfrutar es lo que me falta, porque a pesar de tener un amor sin igual, mi corazón, respecto a amistad, se ahoga en la soledad (¿alguien quiere venir a rescatarlo?)

(Mika Hidalgo)
jueves, 28 de julio de 2011 | By: Abril

Volver a mí


Hace poco, nos sentamos frente a frente. Miré dentro de tus ojos y vi muchas cosas. Comenzaron a sucederse imágenes, una tras otra, sin un orden cronológico. Algunas habían sucedido en la realidad, y otras, las había imaginado con tanta fuerza, que parecían reales.

Miré dentro de tus ojos y se confundió todo: el presente, el pasado, el futuro, lo real, lo ficticio, el sueño y la vigilia. Me perdí en los meandros que llegan hasta tu pupila y me di cuenta de que llevaba desde siempre esperando este momento. Te encontré hace muchos años, te perdí sin querer y ahora ya no pienso soltarte. Te esperaré con una paciencia oriental. Haré todo lo que digas. Sabré entender tus risas y tus tropiezos. Tiraré de tus manos para ponerte en pie. Me quedaré arriba, abajo, de lado o haciendo el pino. Me da igual con tal de no volverte a perder.

Y tú te preguntarás: ¿por qué? Nos separa una vida entera. Familia, hijos, trabajo. Nada de lo que hemos hecho, ha sido juntos . ¿Qué es lo que ha cambiado ahora?

No ha cambiado nada. De hecho todo sigue igual. Sólo hay una variación: nos queda menos tiempo que antes. Y ese tiempo, lo quiero pasar contigo.

Miré dentro de tus ojos y supe que me amabas. Y, los dos, supimos que era para siempre. O sea que…cuando decidas volver a mí…quedamos. Estoy aquí mismo.
Esperándote.

(Ayanta Barilli)
viernes, 27 de mayo de 2011 | By: Abril

Fotografía

Amigo mío,

Hoy te vi, te encontré en una foto desvaída en la cual aparecías como en los lejanos tiempos de nuestras andanzas de juventud. Hoy se revolvieron en mí tantos recuerdos que me parecía un imposible poder contemplarte y no evocar nuestros tiempos de correrías, de juveniles juegos y duros desencuentros que parecían querer terminar con la amistad recién consolidada. ¡Qué de imágenes atropelladas llegaron a mi corazón! ¡Cuánta nostalgia acumulada se desató en un instante para regar con fuerza avasallante el pensamiento, oscureciendo las ideas y conminándome a sacar fuera todos los sentimientos que haber pudiera! Junto a tu niña, adusto el gesto, firme la actitud, recto, con mirada quizás contemplativa, quizás ida, tal vez enfadada, pues en ese tiempo, ese eras tú, así eras tú, allí estabas. Los lentes de siempre enmarcan tu rostro, el tupido bigote, hoy ausente, reafirma en ti años supuestamente acumulados mas no vividos.Y fue esa imagen, esa ahí plasmada la que me llevó por los resquicios más intrincados de la memoria a pensar en el tiempo perdido, los instantes no compartidos, las risas dejadas en el campo de la sinrazón, los gestos suspendidos en el aire, las palabras que quedaron para siempre atrapadas en la garganta para no salir nunca más. El poder de la imagen es terrible a veces; puede destruir naciones, puede desalojar tiranos, puede salvar de precipicios de locura, puede hundir en el abismo a los débiles, pero también -por qué no- sacar a flote, como barco rescatado de un naufragio, lleno de marinas adherencias, tal cual pensamientos y sentires que se suponían perdidos, hundidos, un mundo sumergido en las aguas pantanosas del olvido, que pareciera volver, que en la búsqueda incesante ha regresado a la vida, en un largo cansancio que ya no era tal sino casi resignación.A pesar de todo, por esas cosas de la vida, hoy te he vuelto a ver. Regresan a mi mente tiempos pretéritos, dejados de lado en algún rincón del alma, mustios, abandonados a su suerte, creía yo, pero llegan tangibles, tal cual frágiles mariposas desplegando alas de transparencia a través de las cuales miro una vieja película que no se terminó de pasar, que se quedó enganchada en el carrete de la época y que el proyeccionista abandonó cuando el eco sonoro de las palabras ya no tuvo ninguna resonancia porque los dos únicos espectadores abandonaron la sala antes de que terminara la función.En tu fotografía borrosa, la que hoy vi, otras personas estaban, otros ocupaban su respectivo lugar en la representación infinita del miren a la cámara, sonrían, no se muevan, listo. Un instante fugaz capturado para la posteridad, en una cartulina ya desvaída, sin luz ni color, pero allí estabas y pude entender que los tantos años dejados de lado no habían hecho mella en el sentimiento, el rencor no había carcomido la excelente madera con la cual estaba construida nuestra amistad. Escribo y evoco.Evoco y escribo. Las palabras han fluido desde el primer instante, el cariño ha renacido como campo primaveral, la vida se abre paso otra vez y el largo y frío invierno de la espera parece llegar a su final, con este posible reencuentro después de más de treinta años de ausencias. ¿Qué nos deparará el destino? ¿Quién lo puede saber? ¿Cuántas nuevas cordilleras de desencuentros habremos de recorrer? No lo sé, no lo sabes. ¿Podremos sincronizar los tiempos idos que hoy regresan para acoplarse a un nuevo sentir, a otra forma de visualizar la vida? Lo ignoramos ¿Nos sentaremos nuevamente en nuestras respectivas butacas y a la luz de los avances de este hoy, seguiremos en nuestra vieja y suspendida función de cine, firmes en el propósito mutuo de que llegue en una armonía de fuerte hermandad el esperado the end?
Con total afecto en una noche del mes de Enero, fresca y propicia para la franqueza y la amistad,
Manuel

(Manuel Calderón)

Entre el caos y el silencio


Cariño,

Estoy entre el caos y el silencio, aprendiendo a vivir dando esos primeros pasos urbanos y duraderos, signos de vida cotidiana, inyectándole un poco de locura a la cordura y demencia a la prudencia y todo eso elevado a la viceversa potencia, o sea, agregándole más al menos y menos al mas, así somos. La paz es considerada por muchos enemiga de la guerra se camina entre el vicio y la sobriedad y se vuelve violencia, también ternura y por miedo o por ocio busca reducirte hasta el “No soy yo o hasta el yo no sé”
Así nos conocimos en tiempos de paz, aunque a veces nuestras buenas guerras hemos tenido, claro como todos, es bueno el “si” como también lo es el “no”. La contradicción siempre nos ha resultados buenos, eso creo, además nos presenta las dos caras de la moneda, tu y yo, donde al final como siempre llegamos a un pensamiento en común…la solución.
Siempre recuerdo cuando empezamos a construir nuestra historia como muchos lo hacen, con fotos, canciones, recuerdos, paseos, etcéteras, todas esas cosas por las cuales fuimos igualmente levantados nosotros, por caminos distintos claro pero que al cruzarse fue cuando nos conocimos, cuando nos vimos la primera vez y con la ayuda también de amigos en común,.. – Napo te tengo una “Gevita” que esta linda y está pendiente. En fin decidimos mantenernos juntos por esas cosas misteriosas del corazón, pero fue por ese bendito examen que el resultado dio positivo y nos tomo por sorpresa pero sin estar conscientes nos fortaleció. Pero en definitiva aceptamos el reto con sentimiento sincero y puro.
Sencillamente el poder mágico de la creación ya estaba entre nosotros, mejor dicho, éramos nosotros, somos. Cuando por nuestras mentes en aquel momento llego a pasar la idea de que esto no iba a dar resultado, afortunadamente nunca fue así y ya hace mas de 4 años ese poder mágico de la creación dio su fruto, se hizo realidad, abriendo en nuestras vidas una nueva concepción del amor, de la responsabilidad y poco a poco empezamos a entender a nuestros padres porque ahora nos tocaba a nosotros serlo.
Ahora no estamos solos, tenemos la responsabilidad de un presente y el compromiso para el futuro de una vida que por su fragilidad depende de nosotros. Sacrificio que tomo con nobleza y generosidad porque realmente sería como la humilde ofrenda al amor más sincero y puro, un hijo, en nuestro caso hija.
Aprendiendo a ser padres, porque eso no viene con manual incorporado y cuidando además celosamente sus principios y valores. Y hablando de esto no puedo apartar mis pensamientos de mis otros pensamientos como el de ser padre, esposo, amigo, alumno, maestro y el de ser ciudadano, humano, venezolano, soñador, nativo y extranjero.
Paralelo a nuestro esfuerzo no quisiera dejar de decir que me indigna pero más que eso me frustra apreciar cómo se va deteriorando una sociedad hasta llegar a pensar de que la vida lamentablemente no vale nada para otros, pero que gracias a Dios no son muchos, pero como hacen daño. La vida se ha convertido en un gran negocio, ya es una gran franquicia, una gran oportunidad para citar a la muerte, sacando esos sentimientos perversos de los rincones más oscuros y de los corazones mas malévolos para dejar impregnado el aire y los pensamientos inculcando el miedo hasta en los corazones más puros e inocentes. Paradojas de la Sociedad, por un lado hay celebración, diversión y por el otro despojos, deceso y ruina.
Si, si quiero seguir participando en esta nuestra historia, una historia que se funda en el tiempo mas no en el olvido, sin miedo al caos ni al silencio, sin miedo a la noche porque la comparto a tu lado y no es que le tenga miedo a la oscuridad, no, le temo es al final del día a que todo haya pasado sin haber atrapado tan solo un resquicio de ti en mis manos, en mis ojos, en mi nariz, en mi cuerpo, una fe de vida, de tu vida en la mía. Entraste en mi camino para escribirte en mi historia, llegando como noche que trepa silenciosa en mi cielo y así mismo se va sigilosa sin decir nada solo deja esa sensación de libertad que nos hace especular sobre ella sentimiento de franqueza que me arrebata del pecho un firmamento estrellado…
Te Amo. ¡Cásate conmigo!

Napo

(Napoleón Pabón D.)

Escribí para tí pensando en mí


Con las manos frías y la frente sudorosa, muy nerviosa, así comienzo a escribir esta carta. Sería sencillo si no fuera lo que es, una carta para ti, una carta. Para ti que eres el abrazo más sincero, la sonrisa más energética, el regaño que más pega y la caricia que más cura. Una carta para ti, mi talón de Aquiles, mi peluca de Sansón. Mi fuerza.

La razón por la que con orgullo me levanto después de cada caída, pues en cuestiones de retos y batallas me has dado las mejores clases. Tú, que siempre me llenas de buenos consejos y bendiciones, el mayor ejemplo, mi heroína, mi capitana, el mejor aplauso después de llegar a la meta. Mi todo.

Hoy he decidido dar un paso a la felicidad y escribirte a ti pensando en mí. A ti porque te amo y sé que me amas, a ti Ma´. Hace mucho tiempo me preguntaste si éramos las mejores amigas y no te contesté, pero después de que leas esta carta quiero decirte que eres mi mejor amiga en el mundo, para eso tengo que sincerarme en muchas cosas, pues las mejores amigas no tienen secretos.

Siempre te cuento de los estudios, el trabajo y mis amigos, pero nunca conversamos sobre el amor, tengo 20 años y todavía no te he presentado un novio. Y aunque ambas sabemos que no me llueven pretendientes, la verdad es que tampoco he pasado desapercibida. La lista no ha sido larga pero tampoco diminuta, de esta “Barbie de Melocotón” como sueles llamarme, se han fijado varios.

Las victimas: Antonio, Víctor, Arnoldo, Julio y Jesús. Ellos intentaron robarse el corazón de tu gordita, cada uno a su manera ha querido conquistarme, aun así ninguno lo logró. En definitiva, las matemáticas me indicaban que algo andaba mal en la cuenta, estos chicos fueron todos especiales, uno más lindo que el otro, así que nunca entendí porque no podía corresponder igual.

Total que el tiempo pasó y, ¡OH! me enamoré, sí, me enamoré de una mirada acompañada de una sonrisa, me enamoré de una personalidad arrolladora acompañada de una magia que alocadamente me invitó a creer y apostarle a nuevas sensaciones. Pude comprender qué es acostarse soñando con alguien y levantarse con esa persona en la cabeza, además un montón de mariposas aparecieron en mi estómago y no paraban de revolotear. Su nombre es Fabiana.

Entonces entendí qué es sufrir por amor y en mi caso la sufridera era doble. Es difícil explicar cuando quieres a alguien aun más si el mundo coloca condiciones y te das cuenta de que hay amores que tienen barreras, hay prejuicios y juicios, hay gente que señala, margina y discrimina.

Y entré en pánico, me cuestioné, cuestioné mis sentimientos y mis acciones. Lo negué, me negué a la posibilidad de conocer a esta persona, de dar el paso, de mirar sin sentir miedo, de abrazar sin esconderme.

Así que me hice preguntas y hallé respuestas, lloré muchas noches y también muchas mañanas. Crucé la raya, comprendí por qué quiero como quiero, busqué darle nombre a lo que siento para finalmente, poco a poco, decirle al mundo que soy lo que se dice bajito. Sí, yo soy Lesbiana.

Una vez consciente de mi clara homosexualidad decidí darme oportunidades, querer con locura y frenesí, sonreírle a esa sonrisa, darle amor a quien mi amor merece. Pero noté que aún había algo que frenaba mis ansias de salir al mundo con alegría de mil colores y es que la persona más importante aún no lo sabía, tú, mi mejor amiga.

Es así, como entendí que no me importa si el mundo lo sabe, si no lo sabes tú, jamás estaré en paz. No me importa si el mundo me rechaza, si no lo haces tú seré eternamente dichosa. Yo no decidí ser así y tampoco le hago daño a nadie. Eres el único apoyo que necesito para salir adelante, para sentirme plenamente contenta y cómoda de lo que soy y lo que siento.

Esta es la razón que hoy me impulsa a confesarte mi mayor secreto, porque no concibo ser feliz escondida, porque sé que no quiero seguir bajo la sombra de una apariencia, porque quiero amar de verdad, porque sencillamente ya no quiero que sea un secreto.

Y así, con las manos frías, dolor de cabeza y mucho más nerviosa que al inicio, termino esta carta rogando que puedas entenderme y amarme sin medida, que sigas diciendo con orgullo “Natasha León es mi hija”, rogando recibir un abrazo de comprensión que me anime por el resto de mis días y de ahora en adelante llamarte madre y también mejor amiga.

P.D. TE AMO (Por favor, nunca lo olvides)

(Natasha León)
jueves, 26 de mayo de 2011 | By: Abril

Sabías volar


Vos lo dijiste/nuestro amor/fue desde siempre un niño muerto/sólo de a ratos parecía/que iba a vivir/que iba a vencernos/pero los dos fuimos tan fuertes/que lo dejamos sin su sangre/sin su futuro/sin su cielo/un niño muerto/sólo eso/maravilloso y condenado/quizá tuviera una sonrisa/como la tuya/dulce y honda/quizá tuviera un alma triste/como mi alma/poca cosa/quizá aprendiera con el tiempo/a desplegarse/a usar el mundo/pero los niños que así vienen/muertos de amor/muertos de miedo/tienen tan grande el corazón/que se destruyen sin saberlo/vos lo dijiste/nuestro amor/fue desde siempre un niño muerto/y qué verdad dura y sin sombra/qué verdad fácil y qué pena/yo imaginaba que era un niño/
y era tan sólo un niño muerto/ahora qué queda/sólo queda/medir la fe y que recordemos/lo que pudimos haber sido/para él/que no pudo ser nuestro/qué más/acaso cuando llegue/un veintitrés de abril y abismo/vos donde estés/llevale flores/que yo también iré contigo.

Fragmento del poema "A la izquierda del roble" de Mario Benedetti.
Sabía que tu mensaje iba a llegar pero no quise creérmelo y envié cientos de ellos antes de que el último llegara.
Y a pesar del final, llegamos a ser todo aunque el recuerdo ignore aún que nos quedamos en nada.
Sabes tan bien como yo que hay marcas que no se borran ni queriendo. Ni
queriendo quererte fui yo el que se te quedó dentro.
Podría seguir luchando.
Coger el próximo tren para pedirte que me digas adiós para siempre mirándome a los ojos. Pero no voy a buscarte por miedo a que mintiéndome seas capaz de decirlo.
Quiero pensar que fuiste solamente la musa pasajera que me inspiró en cuatro textos. Quiero pensar pero no puedo, porque te quiero y sé que tú eres mucho más que eso.
Las letras me salen retorcidas y las noches me vuelven a dar miedo. El whisky consolador vuelve a llamarme pero este dolor me lo trago sin anestésicos.Sin mí serás feliz porque eres muy buena inventora, y sé que podrás inventarte que solo fui un recuerdo venido a deshora. Un recuerdo que incordia, un recuerdo venido a más, algo que se saca de quicio y ya no puedes volver a encajar.
Quiero que me guardes por trocitos en tu nostalgia, por fascículos en tu memoria, como polvo en tus estanterías. Quiero que sientas lo mismo al recordarme que cuando abro el cajón donde guardo las cosas de cuando era niño, y me mata la nostalgia pero me siento feliz al recordar.
Sé que nunca sabremos cuánto podríamos haber sido y que es una pena, pero aunque sepas volar, no verás nunca "El lado oscuro del corazón" conmigo.

(El Vendedor de versos)
miércoles, 25 de mayo de 2011 | By: Abril

Un amor perfecto...


Te amo, porque me cuentas y te cuento, porque reímos y lloramos juntos, por nuestros bailes a la luz de la luna. amo tu música, nuestro compromiso, adoro envolverme en tu albornoz después de tu ducha y conservar tu olor en mi cuerpo. te amo porque enloquecemos cuando hacemos el amor, amo tus ojos, tu cabello, tus manos, tu idealismo, te amo entero, sin cambiar nada en ti, te amo porque eres el amor perfecto.

El sonido insufrible de mi móvil me recuerda que son las siete y diez, hay que levantarse. Abro los ojos, como siempre mi marido resopla al otro lado de la cama, como siempre comienza otro día, igual que ayer, igual que mañana.

Por un hechizo maldito te vas cuando llega el sol, el sabor de tus besos se me van de mi boca con el último sorbo de café, tus manos desaparecen en la ducha y tus caricias se van por el desagüe. Vuelves a ser el fuego fatuo al final del túnel, el clavo ardiendo. Seguiré respirando con un roce casual de tu mano, con poder verte unos segundos.

Esperando que llegue de nuevo la noche para volver a tenerte, porque este amor, siempre será así, el amor perfecto.

(Isabel)

Túnez, Principio y fin


Pasan los años y, dicen, que no pasan en balde. Para bien y para mal. No puedo estar más de acuerdo. Personalmente, una de las cosas que más me entristece de hacerme mayor, es la progresiva pérdida de la capacidad, antaño infinita, de sorpresa. Por eso, quizás, a medida que pasa el tiempo, es más difícil enamorarse de quién sea o de lo qué sea. Tiene una la inquietante sensación de haber visto, y escuchado, casi todo.

Pero no. Casi nunca llega el agua al cuello. Por fortuna, hay ocasiones en las que se hace posible recuperar la mirada del niño que fuimos , y somos, y confirmar que todavía queda un margen para el descubrimiento de lo hermoso. ¡Uff, menos mal! Siempre estamos a tiempo de recuperar ese explorador insaciable que guió nuestros pasos infantiles.

Y me ha sucedido.La vida ha vuelto a sorprenderme. Hace poco pisé, por primera vez, el desierto. Estuve en la parte del Sahara que le toca a Túnez. Me acerqué a su orilla con el prejuicio, y el velado desinterés, de quién ya lo ha visto mil veces en películas, documentales, anuncios de coches, fotografías de agencias de viaje con camello incluido…Recuerdo incluso una sesión interminable de diapositivas, organizada por unos amigos recién aterrizados de su luna de miel, con buenas -aunque plúmbeas- intenciones.

Es terrible descubrir hasta qué punto las imágenes contaminan nuestra curiosidad y, por empacho, consiguen anularla. Sin embargo hay lugares –al igual que libros, cuadros, composiciones, incluso personas- que tienen una presencia tan fuerte, que logran estar por encima de la vulgaridad y de la prostitución sistemática de sus virtudes.

El desierto, es un claro ejemplo de ello. Por eso no se puede contar –aunque yo de algún modo lo esté haciendo- ni fotografiar, ni encerrarlo en una botellita a modo de muestrario. Hay que verlo, tocarlo, olerlo. Y después, imaginarlo.

Exactamente igual que el amor.

El desierto es la nada. Y un todo capaz de confundir, y hasta borrar, la línea del horizonte. No cabe en los ojos, pero sí en la memoria. Es espejo de lo infinito, repetido hasta la exasperación. Es frío y calor. Es seco y húmedo. No está ni arriba ni abajo porque es un cielo de nubes de polvo, de arena que es, también, mar ondulado. Muerte y vida. Tierra y universo. Dunas sin raíces. Geografía imposible de señalar. Caminos concéntricos, sin norte, en los que perderse debe ser la única meta. Luna silenciosa y turbulenta. Tempestad de viento harinoso. Pista secreta hasta el centro de nuestro ser. Principio y fin.

Se me olvidaba: ¿y su color? El que le ponga nuestra mirada. Lente y lienzo de tus ojos. Y de los míos.

Hay que aprender a no creer nunca lo que nos cuentan. Sólo la experiencia vivida es real.

Es suficiente con hundir los pies en la arena.

(Ayanta Barilli)
lunes, 21 de marzo de 2011 | By: Abril

El Ascensor


Te encontré. Sí, mi amor. Media vida buscándote y aquí estás: me miras, sonríes, haces un gesto para que me acerque, pareces feliz. Y yo, te miro, te sonrío, me pongo los vaqueros, la camiseta y ya te echo de menos, aunque todavía estemos juntos. Me voy, te digo. No, quédate un poco más, me dices. No puedo, de verdad, no puedo.

Cierro la puerta, llamo el ascensor y empiezo a pergeñar la mentira. Me miro al espejo. ¿Se nota? No. No se nota. Me pongo un poco de colonia y cacao en los labios. Tengo cuarenta años y tú treinta. Vivo con un hombre desde hace mucho pero te quiero sólo a ti. Se refleja mi imagen en el espejo y me doy cuenta de que me ha salido una mancha roja en la mejilla, es diminuta, como si se hubiera roto un capilar o algo así. Me estoy haciendo mayor, aunque tú digas lo contrario. Me tiño el pelo y están apareciendo esas arruguitas alrededor de los labios que detesto. Casi no se ven pero yo sé que están ahí. Y quizá se me llene la cara de manchas rojas, como ésta que acabo de descubrir. Te quiero sólo a ti. Mis días pasan a la espera de poder verte. Sólo pienso en qué excusas puedo inventarme para recortar el espacio necesario y escaparme, corriendo por las calles, subida a un taxi o a un autobús, para meterme, como una ladrona, en el cobijo de tu portal y esconderme en este ascensor acristalado, en el que estoy ahora.

Debería comprar una crema de esas carísimas que evite los surcos de los años en la piel. Yo no quiero ser una de esas señoras a las que el carmín se les escapa, como pequeños afluentes colorados, por las comisuras de los labios. Me miro en el espejo y entiendo que nuestro amor es imposible porque tú dejarás de quererme, aunque digas que no, aunque pretendas que la edad no tiene importancia. Quizás, llegará el día en que te avergüences de mí y me abandones por una joven tersa y suave. Ese día te habrás olvidado de tus promesas y yo, ya no sabré qué ofrecerte.

Cinco, cuatro, tres, dos , uno. Entra el sol, asimétrico, por los cristales rectangulares de esta urna. El espejo se tiñe de azul y lila. Nunca me he visto tan bien, a pesar de todo. Me recoloco el bolso y justo cuando voy a abrir, alguien, desde algún piso alto, llama el ascensor.

Qué faena, voy a llegar tarde, pienso. Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis. Vuelvo a subir. Apareces al otro lado de la puerta. Sí, eres tú.

No te vayas, me dices. Me gusta mirarte de cerca, amor mío. Estás mucho más guapa. ¿Tú crees? Sí, yo creo. Nos besamos en el rellano de la escalera. Me río. Me quitas el abrigo empujándome hacia tu casa. Me tengo que ir, te digo. Te tienes que quedar, me dices, pero para siempre. Desde ahora mismo porque no hay nada imposible y porque así lo deseo

Respiro. Uno, dos, tres…No me queda más remedio que fiarme de ti. Y dejar de mirarme en los espejos. Este es sólo un camino de ida. A tu vera.

(Ayanta Barilli)

sábado, 19 de marzo de 2011 | By: Abril

Tres amigas



NO TE PREOCUPES, CARMEN (24.12.2010)

Sé que no lo entiendes muy bien, porque me dices que tendré muchos otros días para cenar sola. Insistes en que cene con vosotras en Nochevieja, que me vaya a comer en Año Nuevo. Y te digo que no, que tengo que aprender a construir nuevos recuerdos en fechas señaladas. Y a construirlos sola, porque sola es como voy a estar de aquí en adelante. Ya sé que no lo entiendes y que te preocupa cómo voy a empezar el nuevo año. Consigues arrancarme la promesa de ir a tomarme las uvas a tu casa. Yo te digo que no se me ocurre nadie mejor con quien empezar el 2011. Te conformas, haces que te conformas, mientras me sirves vino y sigues cortando la carne. Te digo que estaré bien, que no te preocupes…. No me crees.

Me gustaría que me creyeras. Convencerte y convencerme de esto que digo en voz alta, no sé si para ti o para mí misma. Porque sé que estaré bien. Que ya lo estoy un poco en algunos momentos. Estoy bien, por ejemplo, este rato que comemos juntas, que seguimos compartiendo confidencias. La vieja, sana y divertida complicidad entre nosotras. Estoy bien cuando todo va mal y te tomas un café conmigo. Estoy bien cuando no puedo arreglar las cosas, pero tú me das un abrazo grandísimo y me dices: “Venga, no pasa nada, ya verás como todo se arregla”. Estoy bien, porque tú te empeñas en que lo esté con una tenacidad encomiable. Por eso sé que voy a estar bien, repito, porque pase lo que pase, tú vas a estar ahí, recosiendo mis alas rotas y animándome a remontar el vuelo otra vez. Como has estado siempre.

Un abrazo muy fuerte, Carmen.

MANZANAS (A PILAR), 23.12.2010

Llegas a casa, Pilar. Y yo te espero en la entrada de la plaza, como si fueran a venir los Reyes Magos, aunque no sea seis de enero. Y me pones manzanas en las manos y una cajita de bombones. Y se asoman las manzanas entre los nudos de la bolsa de plástico. Amarillas. Perfectas. Redonditas. Exactamente iguales a aquellas manzanas que cada día de Reyes nos guardaba la abuela a los niños. Mandarinas, pasas y manzanas para nuestras manos inquietas y nerviosas. Pequeños tesoros de cariño, que escondía cuidadosamente para regalarnos. Eran su sorpresa de Reyes. Y cada seis de enero volvían a crecerle en las manos mandarinas, pasas, piñones, peladillas y manzanas, como si hiciera magia. Porque siempre eran las mismas manzanas del invierno.

Vienes, Pilar, a verme. A asegurarte de que no cenaré sola en Nochebuena. Cualquier excusa sirve. Por ejemplo, esa media docena de manzanas que pones en mis manos, mientras me abres los brazos. Me vienes a decir, tragándote las lágrimas: “Te llevaría a cenar mañana a casa…” Y se nos quedan en el aire esos puntos suspensivos que encierran todo un mundo de ternura y de afecto, amiga y compañera del alma, mientras nos damos un abrazo larguísimo con sabor a bombones y a manzanas.

PARA LEO (27.12.2010)

Me escribiste, Leo, un mensaje de Navidad. Me quedé dándole vueltas. Tú, que tanto sabes de Navidades en las que crece la nostalgia de los días felices ante la mesa de la Nochebuena, me mandas ese mensaje que viene a decir, y yo lo sé, que estás ahí. A recordarme que siempre estás. Con una presencia callada, pero firme. Siempre ahí.

Me traías bocadillos a la puerta de la UCI y yo pensaba cuánto debía de costarte entrar al hospital. Y, sin embargo, sonreías para mí, me obligabas a comer, me dabas un abrazo de buenas tardes e intentabas pasarme un poco de fuerza y de cariño. Y no pudo ser. Mi padre se nos fue en Nochebuena. Ahora es mi madre. Otro hueco en el alma, otro vacío más. Hace frío, Leo. Como en aquella Nochebuena de 1994 en que murió mi padre. Pero esta vez no había nadie aquí para abrazarme.

(Blanca)
jueves, 3 de marzo de 2011 | By: Abril

Tus ojos



Hola Ana:

Desde mi oscuridad te escribo con la ayuda de uno de esos aparatos de los que te hablé. Yo hablo y el aparato escribe. Milagros de la técnica. Te escribo para decirte que nunca me consideré romántico.

Siempre oí hablar de cenas a la luz de las velas, paseos bajo la luna llena, besos
bajo una farola, que si todo a media luz, que si la luz de la hoguera se reflejaba en tu rostro...

Comprenderás que a mí todo eso me da igual. Yo sólo sé que estoy bien a tu lado; que me siento seguro, confiado. Sé que de tu brazo no hay obras en la aceras, ni alcantarillas rotas, ni coches aparcados en los pasos de peatones. Que quiero ver
por tus ojos el resto de mi vida. Se que aunque tus ojos no vieran querría seguir
viendo por ellos. Me gusta contarte chistes verdes al oído, oír tu risa y tu suave gruñido diciéndome: tonto.

Me gusta tocar tu pelo suave y ondulado. Porque yo no soy romántico, para eso hay que ver.

Simplemente es que no concibo el resto de mi vida sin tu compañía.

Un beso. Juan.

(Jesús Moreno Hidalgo)

Nota: (Mi amigo Juan es ciego.Aquí reproduzco una carta que le envió a la que hoy es
su mujer, Ana. Ambos tienen una niña de cinco meses).

A ti, que has ocupado mis últimas seiscientas tardes...


Querido Tú:

Habrás notado estos días mi ausencia. En parte ha sido una ausencia voluntaria. Necesitaba pensar en ti, en mí misma y en eso que hemos venido llamando “lo nuestro”… No ha sido fácil, pero era un paso necesario que ha abierto la puerta para empezar a olvidarte, o mejor dicho -porque olvidarte del todo es imposible- para intentar prescindir de ti.

No, no es venganza ni desamor. Nunca he pagado las ausencias con la misma moneda, no. Es tan sólo cuestión de supervivencia. Este esperarte incondicionalmente pasa factura a diario ¿sabes? Y ya resulta demasiado doloroso.

No es falta de cariño, como dice la canción; tal vez la ilusión empiece a debilitarse un poco, eso sí, pero el amor sigue intacto… Sin embargo es un amor que mata lentamente en cada giro inesperado, en cada desencuentro. En cada querer y no poder…Parece que vernos supone para ti un esfuerzo titánico que requiere anular otros compromisos… es por eso que yo, desde hoy te libero de éste, que nunca fue un compromiso al uso, sino una aceptación de las dos partes de compartir algo que nos pareció sincero y sin edulcorantes.

Nos ha durado bastante tiempo, claro que siempre pudo ser mucho más. Bueno, no se trata de lamentarse por lo que pudo ocurrir, sino más bien de celebrar lo que ocurrió, que siempre será bonito de recordar.

Y si algún día las circunstancias cambian y nos dejan volver a vivir “lo nuestro”, ¿quién sabe? Tal vez vuelva a encenderse la llama que hoy se atenúa, pero que nunca se extinguirá (lo sé, lo sabemos ambos).

No te entristezcas, no me llores, no te aflijas con mi recuerdo; piensa que mereció la pena y sigue tu camino, como yo seguiré el mío, intentando sobrevivir a tu recuerdo. Al fin y al cabo, la vida es eso: tratar de superar las despedidas con las que continuamente, quien sea, nos pone a prueba…

Tuya siempre.

Yo.

(La Dama)
lunes, 28 de febrero de 2011 | By: Abril

Instrucciones para el olvido


Madrid, siempre es incómodo, siempre es triste verte pasar frente al ventanal, cuando estoy dentro mordiendo papel y carbón, destruyendo cada poema que te escribí, reescribiendo tu incoherencia con las migajas del pan, haciendo un silencio con mi índice adentrado en el agua esparcida en la mesa. He intentando enterrar el cadáver que dejaron tus zapatos sobre mis manos después de cargarte, esos zapaticos de muñeca de porcelana, pequeñitos, tan tuyos, tanto color y algarabía concentrada en tus pies. Quizá ellos sean los únicos culpables de buscarte y empezar a seguirte, de creerme la teoría de “encuentro casual” en pasillo, esquina o escalera, cuando adentros me grito su falsedad que es también la mía. Hoy comprendo que los intentos son un simple engaño, una palabra que habla de medias tintas, verdades inconclusas que no terminan siendo legibles, porque a fin de cuentas nunca intenté alejarme, quizá ese siempre fue el estado natural.
Sé que soy un hombre que no ha logrado decirte todo respetando la cohesión y coherencia de la gramática, que me pierdo en el discurso y no sigo el gran ejemplo retórico de Bolívar, más que nada he olvidado el uso del punto y aparte. Mirándote e irrumpiendo con mis manos tu rostro, secando las goticas que siempre se quedan ahí en la comisura de frente y cabello cuando pasamos bajo el cedro, me he sentido tu pintor, el único capaz de rehacerte.
Madrid, sólo he sido puntos suspensivos, botones en el vestido, conocimiento de saberse loco y esconderse en la calle, tú mi reportera y yo la noticia cuando ya no había novedad y hasta nosotros dejamos de sintonizarnos. Abrazos de los que aún no me recupero, por quienes deliré, los llevé a Rayos X, fue el proceso más largo de desintoxicación; busco, créeme que busco la pócima, la salida, el boleto ida y vuelta para abandonar la estación.
He sabido memorizarte, rezar tu cédula, enfermedades, presentir los escalofríos ligeros, callar los enojos para terminar mordiéndote las lágrimas sentado junto a ti en cualquier rincón, mientras te deshojo del dolor poco a poco con esos lugares comunes de “todo va a estar bien”, discúlpame por las caminatas de cinco cuadras donde le daba la espalda al mundo sólo para mirarte, por quedarme callado tanto rato, a veces no podía hablar porque en mi todo era duda, niebla, un tiempo donde me faltaba independencia, cuando la hora la levantabas tú y el segundo lo trabajaba yo, haciéndome la vista gorda cuando todo me barría contigo. Ahora te revelo la respuesta que buscabas, sí, eras la de otros nombres, fuiste epígrafe, dedicatoria, inauguración, pero tenía que llegar este día para asimilar que contigo no se baja mi Santa María, que en definitiva el mayor apego le pertenece a mamá y ando solo por la calle.
Dejé de ser Esteban para llamarme Madrid, a ver si así te comprendía, si lograba dar con la ecuación de pertenencia, si contrarrestaba el juego que iniciabas donde siempre terminábamos correteando y riéndonos de la nada, de una burla al moralismo de Kant. Lo cierto es que me perdí, dejé de sentirme porque todo era bulla, gente y ese nombre tuyo caía por los lados, rebotaba en mi almohada y se encendía jugando a saludar tu nariz como lo hiciese Pepeto con Pinocho; entonces fundé una filosofía de ti y todo podía ser relativo a los sentidos, desde ahí comenzaría la dialéctica madrileña, el negarte o no.
Esos los recuerdo como días de ceguera, el único colirio efectivo es la voluntad. Me uní a la cofradía “Almas en pena” cuando realmente quería reír de alguna mariquera de los carajos de “Hueles a piña madura”, me hice víctima frente a un pelotón de soldados elegidos por mí, hoy sé que eran sólo miedo, hoy recupero la libertad.
Madrid, el amor es un descubrimiento, es tan difícil de desenredar como tus trenzas disparejas por las que casi caes. Me acostumbré a conjugar verbos contigo, olvidándome del sentir, del ideal, del olor que es verdad respirable, de elegir dónde y con quién quería estar, porque muchas veces no llega a la boca lo que la esencia reclama y soy muy necio.
Por ahí muchos dicen que hay personas que no se olvidan, desde hoy entras en ese grupo, pienso que en este tiempo fuimos cómplices de la continuidad, de alguna mala traducción de un poema, las instrucciones para mascar chicle o la locura irrefrenable de los dos.
Mi agradecimiento, una metáfora por abrazo y la palabra por despedida,
Esteban Duran

(Carmen Chazzin)

El último poema del mundo


Para: la ciencia
De: un simple humanista

Me he tomado la molestia de redactarte esta carta que quizás no leas. De seguro estás muy ocupada coleccionando dinosaurios, inventando nuevas armas letales porque las actuales no te gustan o visitando otros planetas mientras el nuestro se desmorona.

No soy estúpido, sé que no me tomarás en serio pero mientras sigas leyendo estas líneas, harás feliz al mundo con el simple hecho de no estar haciendo nada. Dejando las cosas así como están por unos minutos, muy pocos minutos… pero haciendo feliz.

No sé si te lo habían dicho pero soy bachiller en ciencias y estoy totalmente arrepentido porque siento que no me ha servido de nada la niñez ni adolescencia en mis andanzas por primaria y secundaria, la cual, hasta hoy, he dedicado a la lectura de tus escritores y tus fuentes porque así dicta la ley del estudiante. Y aunque a veces tiendo a rozar la exageración, te diré que, hasta hoy, de nada me ha servido la vida. Donde cada libro o enciclopedia, cada tesis, ni siquiera las teorías, han valido la pena porque mi verdadero problema, hoy por hoy, es el amor… y a mí nadie me enseñó de eso.

Por lo que tengo entendido, el amor es eso a lo que aun no has podido darle una certera definición en tu aburrido diccionario. Empezando con que “amor” no es una palabra; es eso que no sabemos y que no queremos saber porque se perdería la magia. Amor es una pregunta a la cual no queremos encontrarle respuesta, motivos o porqués pero por alguna razón se lo buscamos. El amor es eso que el cobarde grita al mundo y que el valiente calla. Porque hay que tenerlos bien puestos para poder silenciar una fuerza como ésa.

Ojalá en el mundo habitaran más respuestas que preguntas para que tuvieses un tiempo libre, al menos unas tres horas por semana y te fijaras en nosotros. Sí, no estoy solo, hay millones como yo. Sé que han muerto grandes hombres en el nombre de la ciencia, pero cada día mueren miles por amor y ésta es una muerte constante, más seguida. Una muerte que los noticiarios deberían tomar en serio. Por ejemplo: mi cartero muere semanalmente porque no se ha atrevido a hablarle a mi vecina e irónicamente ella se muere porque el cartero no le habla. Ahí está María, se murió el lunes y quizás mañana en la mañana también muera porque intencionalmente rompió una tubería tan sólo para ver a Jaime, el plomero. Mi jefe que se muere a diario por la secretaria. También estoy yo, que he muerto un par de veces por besarla y ni te imaginas cómo morí cuando tuve que alejarme de ella para perseguir un sueño y me quedé solo.

El amante no le tiene miedo a morir porque ése es su trabajo. No hay guantes, no hay lentes protectores ni un ratón que haga el trabajo difícil por ti. De este lado cada quien experimenta. No hay reglas ni normas de seguridad, no hay barreras protectoras. Aquí el golpe se recibe en seco y muchas veces no hay aviso.

Tú seguramente ni siquiera puedas explicarte cómo Beethoven, siendo sordo, pudo tocar el piano de esa manera. Es que la música no hay que oírla, sólo sentirla y dejarse llevar. Probablemente tu objetividad obligatoria no permite que puedas expresarte como quisieras y hasta una que otra vez no todo lo que descubres lo puedes decir. Fíjate. Ya tenemos algo en común: hay sentimientos prohibidos que sería de locos revelarlos.

Comparando: tú has viajado al espacio y yo me lo imagino. Tú estudias la historia, yo la olvido. Tú asimilas el presente, yo lo vivo. Tú buscas el futuro y yo lo espero. Esperar como quien espera su comida mientras se toma una copa de vino, platicándole al espejo que no está seguro si tiene hambre o simples ganas de comer.

En fin, si la tecnología sigue evolucionando a este ritmo, en muy poco tiempo se acabará la poesía. Por lo menos yo no le consigo belleza a esas piezas de metal sin alma que facilitan los trabajos del hombre. Ciencia, no pido que te detengas porque tú también tienes derecho a luchar por lo que quieres. Me sentiría similar a ti si te evitara el sueño y no soy nadie para hacerlo. Una última cosa, si llega el día en que desaparezca el último poeta de la tierra, no inventes una máquina que nos sustituya. Déjanos morir y ten en cuenta que sólo tú tendrías la culpa… por eso te pido que no vayas tan rápido.

Por favor. Hazme caso y piensa bien, asesino de poetas, porque si me hiciste perder el tiempo escribiéndote esta carta, pude haber utilizado el tiempo y estas mismas hojas para escribir el último poema del mundo.

(Angel José Rodríguez)
sábado, 26 de febrero de 2011 | By: Abril

La cafetera

Querida Milagros, te escribo esta carta para confesarte algo que soy incapaz de decirte mirándote a los ojos. He sido un cobarde y todo lo que he hecho, a tú lado, responde a una mentira. Una mentira que, en realidad, son muchas, puesto que donde hay una suele haber más, para justificar lo que no tiene perdón.

Milagros: estoy casado. Sí, ya sé que te dije que no tenía ningún compromiso; ya sé que te prometí amor, hijos y una vida en común; ya sé que he utilizado ese “nosotros” que suele a acompañar a un proyecto futuro con frecuencia. Lo sé todo. Pero no lo he podido evitar. Me gustaste y te quise para mi. Aunque sólo fuera por un rato. O para pasar el rato.

Hace menos de un año volviste a aparecer. Llevaba sin verte desde lo tiempos del colegio. No te parecías en nada a la niña que fuiste pero me volviste a apetecer como cuando, pupitre con pupitre, me soplabas los exámenes. Mantenías ese aroma que me hizo recordar una etapa feliz de mi vida. Te vi, te reconocí y, de pronto, tú sonrisa hizo que me sintiera mejor. Logró que me olvidara del tedio de mis días, de todos los compromisos: hijos, mujer, trabajo...Los problemas se esfumaban en tus brazos pecosos y cálidos. Me encantaba jugar a ser libre, a imaginar una nueva vida. Veía en tus ojos la ilusión que yo había perdido y la energía que nunca tuve.

No te amaba, Milagros, no. Nunca te he amado. Te mentí para acostarme contigo. Y te volví a mentir porque me gustaba que me quisieras, me gustaba que me admiraras. Luego, ya no pude dar marcha atrás.

Desde entonces ha pasado un año. Hoy has aparecido a la salida de mi trabajo con una sorpresa. Un regalo por nuestro primer aniversario. Era una cafetera. Una cafetera normal y corriente. Y has dicho: “Para cuando tengamos nuestra casa. Mi madre siempre decía que es lo primero que hay que comprar para que una casa sea casa”.

En ese momento me he dado cuenta de que no podía seguir alimentando esta situación. Milagros: no vamos a vivir juntos, tampoco tendremos una niña con pecas en los brazos, ni un gato rojo de maullido ronco. ¿Por qué? Porque nada de lo que he dicho es verdad. Porque todo eso -casa, mujer, hijos e, incluso, cafetera- ya lo tengo y deseo conservarlo.

Esto es todo. No puedo decir más. Ni siquiera puedo pedir perdón porque todo lo que he hecho es imperdonable.

A veces, la verdad, es mucho peor que la mentira.

Alejandro

(Ayanta Barilli)

Exilio sentimental


Querido Alberto:

No hago más que darle vueltas a lo nuestro, porque de un tiempo a esta parte he notado que no tienes tiempo para mí. Tu trabajo y tu otra vida te ocupan demasiado. No quiero pedirte lo que no tienes y lo que no me puedes dar, porque no puedo pedirte nada y siempre he vivido siendo consciente de ello. Pero si no puedes darme nada tampoco me veo capaz de seguir con esto. Nos queremos ambos, estoy casi segura de que sentimos lo mismo y de la misma forma, pero este amor empieza a hacernos ya daño. No puedo pensar que lo nuestro se limite a seguir enviándonos correos bonitos y a planificar citas que no llegan. Todo parece ser muy difícil para que nos veamos en las últimas semanas y no puedo seguir viviendo con esta angustia de sueños rotos.
Tienes una vida demasiado ocupada. Y yo me voy quedando en un rincón cada vez más pequeño de tu memoria. A veces noto cómo me cuesta respirar. Y siendo tal vez un poco egoísta…ya no me conformo con que de vez en cuando me cojas el teléfono o me mandes un e-mail rápido diciendo que me quieres con el alma de una forma que empieza a parecerme hueca, vacía…
Tal vez, ahora que me voy empieces a saber de verdad lo que me has querido y lo que puedes llegar a echarme de menos. Tal vez intentes buscarme, pero te anticipo que todo será ya inútil. Nunca ha habido dos oportunidades para el mismo amor en mi vida. Nunca vuelvo a mirar los renglones escritos en el pasado…el amor se agota y a veces no, pero en ocasiones, es necesario sacrificarlo para seguir viviendo y salir adelante. Y yo necesito liberarme ahora de ti y de tus pensamientos porque ya me he cansado de no tener espacio en tu vida. De no ser lo suficientemente importante para ti como para que me dediques más tiempo…Cuando te hagas demasiado mayor para intentar arreglar las cosas te darás cuenta de que todo es pasajero y casi nada es imprescindible, salvo disfrutar del tiempo que tenemos siendo felices junto a la persona que queremos…Si esa persona no soy yo, permíteme ya que me retire del juego y le deje paso a la que está por venir…

Sinceramente tuya:

Magdalena.

(La Dama)

Tinta indeleble


Lamentablemente comprendo el por qué de tu odio a juro y tus esporádicos ataques contra mí. Necesitas respuestas.

Necesitas respuestas y necesitas exorcizarte de mi recuerdo. No puedo reclamarte nada.

El amor es una de las experiencias más gratas y plenas de la vida. En él se viven situaciones que no se podrían experimentar de otro modo; nuestro espacio de vida y nuestra propia soledad se convierten en espacios compartidos, donde se le adjudica a esa persona que amas una visa de paso libre por tu alma, tu mente y tu cuerpo. Cuando el amor es verdadero las huellas de ese tránsito se marcan con tinta indeleble y esas huellas no son sólo recuerdos, sino también aprendizajes. Estas lecciones tienen su precio, y en algunas ocasiones se pagan con dolor, sufrimiento y sacrificio. Por eso, el amor también es dolor y sufrimiento, es muchas veces sacrificio.

Absolutamente todas las cosas que vivimos, en mí se han marcado con tinta indeleble. No he pretendido ni un segundo suprimir alguna de esas huellas. Contigo aprendí lecciones que no pudiera haberme enseñado nadie más, y en ese caso también fuiste mi maestra. Dolorosamente nuestros caminos tomaron rumbos diferentes, y decir adiós fue una decisión compartida; porque se estaban deteriorando las cosas bellas, las risas, el respeto, la comunicación y el buen trato; la tristeza estaba invadiendo nuestras almas. Despedirnos antes de hacernos un daño irreparable es una de esas tantas cosas por la cual, el resto de mi vida puedo sentirme orgulloso de haber compartido contigo un trecho del camino.

Y así como conmigo te tocó por vez primera aprender del amor, también con esta despedida te tocó aprender del sufrimiento de una pérdida. Eso no es culpa de nadie, es parte de la vida misma que nos enseña a través de lo dulce y lo amargo. Pero hay lecciones más difíciles de aprender, y también quienes no pueden ver lo positivo de una crisis o la lección oculta detrás del dolor. Y mi intención ha sido guiar esta situación hasta donde nuestras almas puedan llevarse de ella lo mejor, aún reconociendo que me he equivocado en muchas cosas. Por mi parte me llevo la alegría, y me libero del dolor que es lastre, para que no pese en mi corazón. Pero el rencor que has decidido sentir sólo va a terminar por intoxicarte, perdiendo eso hermoso que viviste; va a terminar envenenando ese corazón puro que tanto estimo y admiro, ese del que me enamoré, al buscar un culpable de tu dolor a quien odiar.

No puedo decir que me haya negado a conocer gente nueva, ni que no halla salido con alguien, porque estando solo puedo permitirme hacerlo sin más explicaciones. Sin embargo noto que quieres colgarte de cualquier excusa para romper el hilo que nos mantiene unidos, y ese vinculo quizá comprendas con el tiempo que a veces nunca se rompe, sólo se estira; porque cuando se comparte tanto como nosotros compartimos, el vínculo se hace tan estrecho que parece que no existiera, parece que dos son uno. Y debo decirte que también yo me siento incompleto y triste, pero eso no significa que deba dejar de seguir adelante. Y si de algo te sirve saberlo, no busco amor, ni pretendo sustituirte con nadie, porque sinceramente pienso que eres irreemplazable. Cada quien da lugar a su luto como prefiera.

Sin embargo, cometí un error terrible al buscar y dejar que pasáramos esos días juntos, porque sabía cuál sería el resultado de eso. Sabía que terminaríamos por hacernos daño, y estoy consciente que lo peor para ti no fueron esas cosas que vivimos, sino mi silencio. Y la respuesta a mi silencio es muy sencilla, no tenía algo que decir. También como para ti fue una prueba para mí, para mí corazón; y ese corazón estaba como un observador, viviendo en silencio; en silencio, porque no tenía preguntas ni respuestas.

Quieres creer algunas malas cosas de mí porque eso te facilita el trabajo de olvidarte de todo, porque la decepción es un puente corto al desamor. Y no puedo decir que soy todo virtudes y bondades, porque reconozco que soy humano y defectuoso, y estando consciente de ello no he tratado de esconder esos defectos, los he asumido y me he hecho responsable de mis errores. Pero de ahí a tolerar que se invente y se exagere de manera inquisitiva, hay un trecho largo, y no voy a decirte lo que quieres escuchar siendo una mentira, ni voy a reconocer situaciones falsas. Pero si eso te hace sentir mejor, con mi silencio de doy la libertad de creer.

(Carlos Briceño)

P.D.


Quiero partir de la verdad de que me he enamorado de ti.

Me he enamorado de la cotidianidad en la que vivimos, de esa cercanía a la que me acostumbraste sin siquiera proponértelo. Me he enamorado de saber que ya estás cerca de la casa y que pronto te sentiré a mi lado en la cama.

Me he enamorado de la manera en la que me miras y me tocas. Sí, me he enamorado de ti. Me he enamorado del plural, del “nosotros”.

Y aunque suene raro también me he enamorado de sistema que ideamos para mantenernos en contacto. Me he enamorando de todos los detalles que me has escrito, los secretos que me has contado y las fantasías que me has confesado.

Y me he enamorado de la idea de dejarme llevar por ti.

Me he enamorado de sentir tus labios en mi cuello y de que me muerdas en el hombro izquierdo.

Me he enamorado de nuestros domingos de fachas y nuestros sábados de siestas.

Me he enamorado de la idea de que seas ”el gran hombre, detrás de la gran mujer”. Me he enamorado de nuestros planes a futuro y de superar juntos el miedo al compromiso.

Me he enamorado de la idea de compartir un almuerzo cursi a la 1 de la tarde y despertarnos a la 1 de la mañana con ganas de comernos el uno al otro.

En resumidas cuentas Manuel: me he enamorado de ti, con todo el deseo que me cabe dentro, con toda la cordura que me queda y con toda la fe que puedo tener acumulada entre el pecho y el corazón de que todo saldrá bien.

(Jimena Ruiz)