domingo, 29 de diciembre de 2013 | By: Abril

Algo parecido a una carta de amor


Cariño, cuando leas la presente, parece que te estoy viendo, seguro sacarás el lápiz amarillo de penalizar las terminaciones en "inas". Apunta siete.

Mientras escribo algo parecido a una carta de amor, escucho el mar que va y viene, a veces solo parece que viene. De vez en cuando, una ola mayor que las otras hace más ruido que las demás al llegar a la orilla, en su retroceso los cantos y piedras que arrastra la resaca suenan a... no me sale la palabra, ¿cómo llamarías al sonido de las piedras cuando retroceden?, escríbeme y cuéntamelo. Cuéntamelo de esa manera tan tuya, colocando las palabras como gemas preciosas, una tras otras, íntimas, sin estorbarse. Cuéntamelo a tu manera, ya sabes de lo que hablo.
Cada día la quiero más, o le quiero más, y no sé si estoy cometiendo leísmo o laísmo cuando afirmo lo que afirmo bajo estas circunstancias nuestras tan difíciles.

La quiero con este amor poderoso, el más alto de todos los sentires pues desde la iluminada sombra, la quiero.

La quiero mientras escucho nuestra canción de otoño, y cuando el último sonido acaba. Sin paliativos, sin bendición eclesiástica, sin que me ampare la ley ni el yugo, la quiero.

Diga lo que diga el edil, la boticaria, el párroco…  todos los de éste mi pueblo hipócrita de menguada frente, a ellos, a los que sus oficios de guardadores de la moral colectiva les obliga a mantener el respeto bajo palio. Aunque digan que sí y es que no... repudian  la demostración de este amor tan poco ecuménico, como si nunca se hubieran querido dos mujeres de la manera en que tú y yo nos amamos.

Escucha cariño, te lo digo ahora en primerísima persona, bien alto, bien fuerte, bien claro, asomada al balcón de la luz, batiendo alas y voz: Te quiero niña, te voy a querer siempre, estés, o no estés, o estés a medias, estés aquí, o acullá, en la estratosfera o en la puerta de mi casa, en mi cama, o en mi pensamiento, entre mis piernas, o junto a ellas; te quiero con las entrañas, con el hígado... No sé por qué el corazón se tiene que subrogar el derecho a erigirse hábitat de los sentimientos. Te quiero con ganas, con flujos, con ansias, sin vergüenza, con los pechos erectos y la piel preparada.
Te quiero de mujer a mujer, entre dos espejos, el tuyo y el mío, abarloada a tu boca. A veces te quiero de manera egoísta, absurda y desesperada, solo para mi te quiero, y otras, porque te quiero, te suelto. También te quiero serenamente. Te quiero cuando gimo, cuando gimes, cuando no llegamos al placer al mismo ritmo, cuando sí que llegamos, cuando no estás, cuando vienes o te vas, te quiero.
Te quiero.
Que conste en acta, y dentro de diez lustros, cuando todos solo seamos recuerdos vagos de lo que fuimos, sombras aladas motas de polvo, ceniza, átomos, iones, Atón o Amón...te seguiré queriendo.

(Isabel)

Amor impar



Extraño me siento al escribir estas líneas... ¿Qué es el amor? ¿Anhelar el placer de la compañía de una persona? ¿Desear el placer de su compañía por encima de todo? ¿La certeza moral de que te llevarías una bala por ella? ¿Respirar su sonrisa?
Me resulta más difícil racionalizar un recuerdo que idealizar, lo cierto es que la relaciones humanas son complejas y más cuando se mezcla el deseo de por medio... Como bien escribió Gabriel García Márquez en el "Amor en tiempos del cólera": “El amor tiene más cuartos que un hotel de putas”. Mi acerbo cuenta al menos con una relación en puntos de suspensión, no por mi falta de voluntad, sino por respeto a la libertad del objeto de mi deseo... No quiere ataduras... Mi actual pareja, indescriptible, del choque de trenes originario, hasta el día de hoy...
¿A quién le soy infiel, a quién amo a día de hoy, o a quién amé primero – prior in tempo, potior in iure, diría el jurista romano? El marco incomparable, el puerto de Alicante, al que he acudido con mi pareja, M-Clan desde el escenario nos transmite la energía canalla, y las rabiosas ansias de vivir del rock stoniano y el blues sucio, coincidimos los tres, feliz circunstancia, estoy eufórico, exultante, las presento, las risas están garantizadas, los celos prohibidos... Nos vamos de copas, desinhibidos... el mundo importa poco, las opiniones de los demás menos, exijo mi heroína inocua, la paz que me transmite acariciar y masajear los pies bonitos de las señoras estupendas, y mi pretensión no me es negada:
Mezcla casi absurda de perversión e ingenuidad... Surgen las primeras ironías picantes sobre lo que se comparte y lo que no... Se acompañan al baño, como hacen las amigas, y vuelven muertas de risa...
Las bromas suben de tono, escéptico, creo que me están vacilando... Que es por lo cogidas ambas dos por la cintura, las provoco a mi vez, con el valor que inspiran las bendiciones de Baco, propino besos húmedos a izquierda y derecha... miradas furtivas de quienes se encuentran alrededor, puedo entenderlo, ni yo mismo me lo explico...
Me encantaría que os besarais entre vosotras, como expresión de la ternura y sensualidad que se ha generado entre todos, lo hacen, tímidamente primero... Hasta que no bajamos los 3 del autobús no me creo que lo que va a ocurrir sea posible, realizable.... Los tres desnudos ya, sin egoísmos, compitiendo por ver quién le proporciona mayor placer a quién. Ceremonia pagana de celebración de la vida... Eros nos sonríe. No puedo evitar sentir que le estoy siendo infiel a ambas dos, porque a las dos las amo...

(Isaac)
sábado, 28 de diciembre de 2013 | By: Abril

Carta de amor para él


"Ella se miró en los mil pedazos rotos del espejo, su piel iluminada por las velas, tenía el color irreal de las figuras de cera. Miguel comenzó a acariciarla y ella vió transformarse su rostro en el calidoscopio del espejo y acepto al fin que era la más bella de todo el universo, porque pudo verse con los ojos que la miraba Miguel."

'La casa de los espiritus', Isabel Allende.

Tiempo de silencio, tiempo de espera, si tengo que admitir que volver a oír tu voz me trajo sensaciones olvidadas, te imaginaba dormido, como un príncipe de cuento, esperando que viniera alguien a darte un beso para volver a ser real, mientras solo eras un sueño, alguien del pasado que se marchó a un país lejano, pero dentro de mi sigues estando y eres real, tu voz me quema y tus palabras me traen recuerdos de besos y ron, pero debes de seguir durmiendo.

Volcar mis sentimientos y mis actos en unas palabras a veces duele, este es un momento de mi vida muy difícil, muy importante, nada fácil, en el que cuando me quedo a solas conmigo misma me viene una película que no quiero volver a ver, la película de todos los meses pasados contigo, las palabras que me  dijiste, lo que yo  te dije, una y otra vez van pasando delante de mi como una pesadilla, lo que hizo, lo que me dijo, lo que le dije, todo tiene un tiente amargo, y luego por encima de todo eso, o por debajo, está el día a día, el trabajo, hacer la comida, mi casa, y es que nadie sabe que llevo conmigo un fantasma, que se sienta en mi mesa y se acuesta en mi cama , y por la noche me dice cosas y me abraza, pero cuando me despierto me clava a martillazos sentimientos en mi corazón, pero tengo que luchar contra todo esto, y quizás toda la felicidad de antes, ahora está pasando la factura.

(María Jesús)

Prefijos en el amor


La culpa fue de los prefijos. Dejamos que se fueran posando en algunas palabras de nuestro idioma, y acabaron adueñándose de lo más íntimo del diccionario que habíamos creado juntos.
Permitimos que se escapara la emoción que sentíamos al escucharnos, conseguimos que nuestras miradas llegaran a encontrarse diferentes.
Cambiamos la ilusión por la des-ilusión. Dejamos la puerta abierta a la monotonía. Nos conformamos con un sucedáneo de romanticismo, convertimos lo nuestro en simulacro.
Cambiamos el vivir por el sobre-vivir. Nuestros sentidos se volvieron perezosos, tu cuerpo y el mío se convirtieron en extraños, la lastima vino a acompañarnos.
Cambiamos la pasión por la com-pasión. Y llegó la hora del reproche, intercambiamos nuestras culpas. Nos quedó el consuelo para tontos, el rencor.
Cambiamos el sentimiento por el re-sentimiento. Asistimos impasibles a la catástrofe y, cuando quisimos darnos cuenta, nuestra lámpara maravillosa se había apagado.
Cambiamos el amor por el des-amor.
Nos queda este texto, que no es más que un pre-texto...para tantas cosas.
La culpa fue de los prefijos.
(Josefina. Del programa de radio: Es Amor)
jueves, 19 de diciembre de 2013 | By: Abril

Carta 21



Querida chica especial: 

Dado que me resultaría dificil llevarte al Diario de Patricia (no al de Patrish, al de la tele lleno de freaks) he decido redactar una carta al más puro estilo quinceañero (no en vano tengo 16 años). 


Los que me conocen saben que se me dan bien las indirectas, así que usaré una para comunicarte lo que quiero: Me gustas. No como un bocata de jamón puede gustar a una persona, tú ya me entiendes. 


Pero una relación no se forma sólo con que a una de las partes de la pareja le guste la otra, por lo que es necesario que haya algún tipo de atracción de ti hacia mi. Es por ésto que te pongo a continuación una serie de referencias hacia mi persona hechas por gente que me conoce: 


- "Él no ha tenido ninguna novia, pero porque siempre te ha estado esperando a ti"
- "Una vez tuvo que hacer el boca boca y aquel anciano le dijo que besaba bien"
- "No sabe mentir, así que puedes confiar en él"
- "Tiene una camiseta que mola"
- "Siempre tira de la cadena"
- "No le pidas que corra porque seguramente te dirá que correr es de cobardes"
- "Es mono, en el sentido de simio, claro" 


Ojalá que te haya convencido y hayas decidido abordar conmigo este viaje del amor en el que espero que pasemos muchos ratos en el vagón +18 y hagamos muchas paradas en la estación Delbeso.


(Fuente: http://zonaforo.meristation.com/)

Carta a Medardo Fraile


Barcelona, 13 de marzo de 2013.
Querido Medardo,

Lleva todo el día cayendo una lluvia impertinente y mineral sobre Barcelona, una lluvia, la verdad, un poco escocesa, y mira que yo con la lluvia suelo ponerme lírico y estupendo, pero ahora, ya ves, se me hace más difícil escribirte con estos chorretones de plomo armando bulla en el patio. Quería felicitarte hoy por tu cumpleaños ―ochenta y ocho, nada menos, el doble que Chéjov―, pero el viernes no se te ocurrió otra cosa que morirte mientras dormías y me he quedado así, con la misma cara de aquél bobo que en tu cuento se aferra a un álbum de cromos que no regalará nunca a nadie.

Estamos muy tristes por aquí, Medardo. Durante todo el fin de semana han ido apareciendo obituarios y semblanzas en los medios ―en diarios y en la red, ya sabes que en la tele sólo hablan de los literatos que, como decías, están siempre con su cuchara encima del plato de lentejas, no de nómadas discretos como tú―, y casi nadie ha faltado a la cita del afecto y el respeto. Algunos críticos y notarios han dado fe de tu valía literaria, pues de todo queda registro: de tus inicios en el teatro con los grandes y de cómo el cuento español te debe tanto, desde la admiración de tus coetáneos, como Ignacio Aldecoa o Carmen Martín Gaite, a la de tantos buenos cuentistas después de ti, como Hipólito G. Navarro, Eloy Tizón o Javier Saéz de Ibarra. Tus editores también te echarán de menos: dice Juan Casamayor que te han traducido por ahí al inglés y que tramabais otro libro de cuentos después de esa última joyita tuya, Antes del futuro imperfecto, y piensa Fernando Valls que ya es mala pata que semejante cuentista se haya ido justo cuando acaba de aparecer la reedición de tu única novela, Laberinto de fortuna. Y, claro, también te han dedicado unas palabras de despedida unos cuantos de tus amigos. Quizá uno de los que más te conocía y quería y, desde luego, el que te leyó mejor, Ángel Zapata, ha publicado en El País unos párrafos tan sentidos y exactos ―como los que sólo otro gran cuentista podía dejar escritos de ti― que no concibo añadir una coma.

Sólo alcanzo a escribirte esta carta. Luego pienso ir a por un pastel de cumpleaños y comérmelo a la salud de tu sonrisa de fauno bueno y socarrón, que a mí lo de que se mueran los amigos y los maestros me lo desmonta todo, francamente, y yo quiero celebrar haber tenido el privilegio de conocerte. Sobre todo si te pienso y recuerdo aquella cara de Harvey Keitel que se te ponía a veces ―te habría creído cualquier cosa en esos momentos, aunque me hubieras contado que la tierra era plana― hablando de Entradas de cine y de la vida y sus salidas. Me parte un poco en dos ahora lo nítida que tengo una imagen: tu expresión decepcionada de chaval recién merendado al que le sobran energías pero se le acaba la hora del patio, cada vez que, tras la última copa, nos retirábamos de madrugada los amigos y tú querías más canciones y charlas, otra ronda del calor de Madrid, del calor de tu gente en aquél cafetín decimonónico de Malasaña del que, tras cada visita a tu terruño, te llevabas en el zurrón un poco de sol ―Helios, se llamaba el camarero, ya es casualidad―, para capear mejor la distancia y casi medio siglo de frío, allá en Glasgow.

Quienes te leían valoraban tu literatura y quienes te conocían te querían bien. Qué más pueden esperar un artista y un hombre de su paso por el mundo. Que te conozcan más ahora y siempre, se me ocurre, que te sepan más lectores, que te lean mucho y que lo hagan atentos. En cierto modo, envidio ese gozo inaugural de quien se acerque por primera vez a tus cuentos. Estos días ando diciéndole a quien me lo pregunta ―y a quien no me lo pregunta también, empecinado― que, si te quieren descubrir ―a estas alturas―, que lean al menos tus cuentos completos en Escritura y verdad. Hasta ganas me entraron ayer de darle un susto a una viajera en el autobús: «¡lea a Medardo, hágase el favor!», le hubiera soltado en voz alta ―que leyera tus cuentos, o tus memorias, El cuento de siempre acabar, ese recuerdo tuyo de España tan afilado como honesto y bien contado, con un castellano luminoso como pocos he leído―, pero a la señora le asomaba del bolso un novelón de esos de highlanders ―palabra― y de pronto me entró una tristeza misionera. La cosa está muy chusca, Medardo, y aquí la gente sigue como cuando el café Gijón, con lo de «novela grande ande o no ande», y, a poder ser, extranjera.

Ya sabes que soy lector de cuentos de morro fino, aunque nunca me atreviera a enseñarte ninguno de mis primeros relatos ―ni a darte la vara con ello, que me parece que también por eso te caía yo algo simpático, con lo pesados que nos ponemos los noveles―, tal vez porque la cabra que soy tira al monte de la novela ―perdóname, maestro, porque no sé lo que hago―, porque tengo demasiado de ruso loco y me da por intentar contarlo todo, en vez de hacer como tú, que decías tanto con los silencios, que dejabas que lo no escrito apareciera en tus cuentos y le dejara la última palabra al lector. Tus primeros relatos ―cualquier joven cuentista firmaría hoy un estreno como el tuyo, con ese librazo que es Cuentos con algún amor, que publicaste antes de cumplir los treinta, maldito― se parecían un poco a los de Chéjov, aun antes de que leyeras al médico, y hubieran sido dignos de Katherine Mansfield, a la que leías tanto. Pero a la vez, y esto es lo mejor, no se parecían a nada, en particular a ningún cuento español de la primera mitad del siglo XX. Y es que, a lo peor, quien no te haya leído aún pensará que un señor que tal día como hoy cumple ochenta y ocho años ―no me hagas esto, anda, que ya he comprado las velas y tienes que soplar luego― debe de haber escrito batallitas con mucho polvo de biblioteca encima. Qué sorpresa va a llevarse, que lo que tienen debajo tus relatos son mil correcciones, mucho trabajo, ganas de experimentar, de buscar caminos y, sobre todo, esa mirada tuya, desengañada, incisiva, irónica y tierna a la vez, que, como un buen cuento, le quita lo vulgar y la rutina a la lectura para dejar un eco de vida sugerida, un rastro cierto y sin aspavientos del alma de las cosas.

He tenido la inmensa fortuna de leerte y de conocerte, Medardo, de compartir entre gente muy querida algunos ratos contigo. Por eso no me permito estar demasiado triste, o cuando menos lo intento. Mantuviste siempre, como los más grandes, la soberbia a raya, tan humilde tu presencia pero sin la estratagema de la falsa modestia, tan generosa tu actitud con los demás, en particular con aquellos jóvenes en los que tus ojos sabios identificaban la intención honesta y la voz despierta. Pero también con el látigo fino cuando olías a un tuercebotas cerca. Un buen día tuve incluso el honor de maquetar un prólogo tuyo ―otro de esos gestos que te hacían especial: apoyar a una editorial minúscula y los cuentos de un escritor tan bueno como desconocido― o hasta de hacerte una entrevista ―como un niño esperaste impaciente y gruñón a que se publicara, y como un niño estabas luego, tan feliz―, y es que sólo con trabajos de por medio nos poníamos serios y podíamos hablar de cuentos y literatura, ya que ―y eso también suele ser síntoma de verdadera grandeza en un escritor y en cualquier ser humano― en persona hablabas poco de ti mismo y de tus libros, no sentabas cátedra sobre nada y tenías más curiosidad por el otro que ganas de que te doraran la píldora.

«Al que este mundo no le ponga triste alguna vez o le falta algo esencial o le sobra algo que no le pertenece», dijiste en aquella entrevista. «Dicen que si aspiramos a la luna, la luna acaba acercándose», pude leer en otra. Y yo ahora me quedo aquí, al final de esta carta, con todas las minas de Escocia lloviendo en mi patio y mucho más triste ―no me sale otra cosa hoy― en un mundo en el que ya empiezas a faltar más de la cuenta. Aspirando también a poder enviarte esta carta a alguna parte, para que la leas en cualquier cuarto del cielo ―o lo que hayan inventado allá arriba― en el que haga calorcito, entre un buen sol de meseta y te dejen escribir cuentos tranquilo, tal vez en la vertical de Madrid, a ver si así quedas un poco más cerca.
Aunque sea para soplar las velas del pastel.
Y pedir un deseo. Y otra ronda.

Feliz cumpleaños, Medardo, y hasta siempre.

Tu amigo,
Sergi

(Carta de Sergi Bellver)
martes, 17 de diciembre de 2013 | By: Abril

La mujer de cristal




 
Hoy es un día triste. Hoy por fin he entendido que no me amas, que no soy quien pueda llenar todos los vacíos que hay en tu vida. Sueñas con una historia en la que no encajo. Me encuentro fuera de lugar y hasta ahora no quería verlo. Pero es así.

Dices que te sientes atado a un destino que no planeaste. Pero sí lo hiciste, porque te dejaste arrastrar y no hiciste nada para cambiarlo. Te limitaste a ser arrastrado por la inercia de los acontecimientos. Y ahora sólo notas un gran hueco en el alma, que huele a tiempo perdido, que imita a la nostalgia, que sabe a hiel en los labios…

Y es evidente que si alguna vez pude ser yo quien te ayudara a volar, hoy estoy fuera de toda lógica razonable de dar marcha atrás para intentar hacerte feliz. Llegué tarde a tu vida, pero juro que te estuve esperando más de la mitad de la mía.  

Y ahora evitas en tus mensajes cualquier cosa que tenga parecido a la palabra amor. Siempre estuve enamorada de ti, aun sin saber que eras real. Eres el hombre injusto. Pero también eres la persona que me sacó de la rutina de días idénticos y por eso te estoy agradecida. Porque por fin, llegaste a mi vida para demostrarme que no te estuve esperando en vano. Ahora sé que la felicidad en el amor también es posible, aunque cuando llegas si la función se ha acabado, algo se rompe en el interior y suena como un cristal que se estrella contra el suelo. Así me siento yo: feliz por saber de tu existencia y rota por haber llegado tarde.
(Mía)
lunes, 16 de diciembre de 2013 | By: Abril

Juega conmigo


No me dejas mirarte, pero busco tus resquicios más imprudentes para observar tu boca, aquella que ayer me besó, y no fue en vano, pues una fuerza voraz la poseyó y no pude evitar caer en el exilio de la cordura
Nos conocimos de muchas maneras esa noche, inspeccionamos cada centímetro de nuestra piel tocando con los dedos palabras sinceras pero carentes de sentido
Pues dime, ¿cómo vamos a hacerlo?
Tienes que irte, ambos lo sabemos, aunque la sola idea de no volver a oler tu pelo mientras dibujo caracolas con él, me marchita
Deja atrás la obligación y la rectitud, bésame y que no haya nada más

Fuente: http://memoriasdeunadesconocida.megustaescribir.com/

Tópicos y otras certezas



He intentado olvidarlo, decirte que te quiero con toda la sinceridad que las palabras me permitan, cerrar los ojos y así recordar lo que tiempo atrás hacía que me mordiera los labios al verte.
He intentado ensayar frente al espejo mi sonrisa más neutra para que no puedas cerciorar lo que ambos sabemos que está pasado.
He tocado tus manos como siempre, pero no he reconocido esta lejanía que en mí se manifiesta, ni el letargo de un abrazo que me sabe incómodo.
Y todo para darme cuenta, que yo soy el error.
No quiero caer en el tópico y decirte, cariño, no eres tú, soy yo.
No te mereces palabras tan marchitas por la rutina de quien está en guerra con la sinceridad y valentía
No te mereces que te haya hecho esto, pero ha ocurrido.
Y no quiero reconocerlo, porque a pesar de todo, sé que te quiero, quiero ese ladeo de tu cabeza cuando me miras con dulzura, quiero esos suspiros que denotan incredulidad cuando digo alguna bobería, quiero esa seguridad que solo tú has sido capaz de devolverme, la seguridad de sentirse querida.
Es por ello que me pregunto qué ha pasado, y en qué momento repetí una vez más: a veces, el amor no es suficiente...

Fuente: http://memoriasdeunadesconocida.megustaescribir.com
domingo, 15 de diciembre de 2013 | By: Abril

“¿En qué piensas?”

 
Hoy me animo a decirte lo que hace rato me vienes preguntando… “¿En qué piensas?”. Me lo dices cada vez que callo mientras cenamos, me lo dices cada vez que caigo en el silencio de mis pensamientos con la mirada fija en tus ojos, en tu rostro, en tus labios… me lo dices cada vez que te estoy pensando. Es que tienes un poder sobre mí que me hipnotiza con cada uno de tus movimientos. 
 
Hace poco que nos conocemos y la intensidad que tiene el avance de nuestra relación me sorprende. Tanto nos entendemos, tanto nos electrizamos con cada encuentro, que a veces tengo la sensación de que me cuesta hasta respirar. Me encanta, lo absorbo en cada detalle y lo disfruto pensando que quizás lo estoy soñando y que pronto puede terminar. Me invade una melancolía que intento no mostrarte, sólo quiero disfrutarte.
 
Cada vez que me lo preguntas me sonrojo, es que no puedo evitarlo. Generalmente me lo preguntas en el momento justo en el que me encuentro pensándote a ti, en tus modos, en tu perfecto rostro y esa mirada que me vuelve loca y me llena de emoción a la vez. Me da miedo pensar en lo rápido que va todo y a veces mi autoestima me juega malas pasadas: me cuesta creer lo conectados que estamos en esos momentos donde las miradas lo dicen todo.
 
Pienso en lo increíble de la situación en la que nos encontramos, en que no puedo sentirme más afortunada al encontrarme de pura casualidad con quien siento es el amor de mi vida y me corresponde, en nuestros miedos compartidos y nuestro pasado que nos atormenta a cada uno por su lado, pero que gracias a lo que tenemos juntos sentimos que podremos superarlo todo.
 
Pienso en lo bello que tenemos y que no podemos dejarlo pasar, pienso en tus ojos mirándome con fuego cuando me quieres hacer el amor y en tu boca pronunciando las palabras más dulces del mundo en ese momento justo. Pienso que lo nuestro no es azar sino destino. Pienso que me estoy enamorando…

lunes, 9 de diciembre de 2013 | By: Abril

Recibí tu declaración de amor con fecha del viernes 23...



Estimado Alberto: recibí tu declaración de amor con fecha del viernes 23, misma que paso a responder.
Primero que me pareció medio larga. Ni sabías en qué andaba, entonces te mandaste más por entusiasmo tuyo que por otra razón.
En la parte que ponés “que me amás desde el primer día que me viste”, ¿a vos te parece?, para empezar no indicás qué día fue, no puedo saber si yo también te vi o me llevás ventaja. Sí recuerdo cuando nos presentaron, y ahora entiendo la sonrisa que traías, porque ya venías emocionado, por así decirlo.
Cuando afirmás que “he nacido para hacerte feliz”. No puede ser cierto, ahora no sé cuántos años tenés, pero desde que naciste hasta ahora, ni un poco mejoraste mi vida. O llevás un atraso que ni te cuento o es una de esas frases que se dicen por decir.
¿Que pasás noches sin dormir? No sé si estás tomando algo, ¿qué querés que haga? Podría cantarte una canción tranquila, pero no soy de cantar en público, no sé, me da vergüenza. Probá ir al médico.
Después decís que las estrellas te dicen mi nombre. ¡Estaría todo el mundo llamándome por teléfono si fuera cierto! Móviles de televisión a la puerta de mi casa, la NASA. “¡Ani, las estrellas le dicen tu nombre a un flaco!”. Nada que ver.
Que pasás las horas lánguidamente. ¿Vos buscaste qué quiere decir esa palabra? Para mí que quisiste decir otra cosa.
Por último me pedís que te dé una respuesta y que la vas a esperar con ansiedad. Calmadito, por favor, porque lo que menos quiero es andar con gente nerviosita.
Te voy a ser sincera, me llegaron tres o cuatro cartas de amor más, ¡a cuál más disparatada y boba! Así que la tuya, dentro de todo, fue la mejorcita.
De modo que acepto tu propuesta, vení con flores mañana a partir de las cinco y seremos felices para siempre, mi amor.
Tuya de todo corazón
Anita

(Luis Pescetti)
jueves, 5 de diciembre de 2013 | By: Abril

La carta más bonita del mundo



"La primera vez que la vi…Todo en mi cabeza se silenció. Todos los tics, las imágenes constantes desaparecieron.

Cuando tienes trastorno obsesivo compulsivo en realidad no tienes momentos en silencio. Incluso en la cama estoy pensando: ¿Cerré las puertas? Sí ¿Me lavé las manos? Sí ¿Cerré las puertas? Sí ¿Me lavé las manos? Sí.

Pero cuando la vi, la única cosa en la que pude pensar fue en la curva de la horquilla de sus labios. O la pestaña en su mejilla. La pestaña en su mejilla. La pestaña en su mejilla.

Sabía que debía hablar con ella. La invité a salir seis veces en treinta segundos. Ella dijo que sí después de la tercera. Pero ninguna de las veces que pregunté se sintió bien así que tenía que seguir haciéndolo.

En nuestra primera cita, pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella. Pero le encantó.

Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.
Le encantaba que me tomaba todo el tiempo caminar hacia casa porque había muchas grietas en el suelo.

Cuando nos fuimos a vivir juntos, ella dijo que se sentía segura, como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta dieciocho veces.

Yo siempre veía su boca cuando hablaba. Cuando hablaba. Cuando hablaba. Cuando hablaba.Cuando hablaba; cuando me dijo que me amaba, su boca se curvaba hacia arriba en los bordes.

Por la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas.

Ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.

Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella sólo se iba porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.

Cuando me detenía en las grietas del suelo ella seguía caminando.Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.

Me dijo que estaba ocupando mucho su tiempo. La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.

Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error, pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos antes de tocarla?!

El amor no es un error y me está matando que ella pueda salir de esto y yo no.

No puedo. No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre pienso en ella.

A menudo, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel. Me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches. Y ella fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he detenido.

Quiero despertar todas las mañanas pensando en la manera en la que agarra el volante. Cómo mueve las manillas de la regadera como si estuviera abriendo una caja fuerte.

En cómo sopla las velas. Cómo sopla las velas. Cómo sopla las velas. Cómo sopla las velas. Cómo sopla…

Ahora sólo pienso en quién más está besándola. No puedo respirar porque él sólo la besa una vez­– ¡No le importa si es perfecto!

La quiero de vuelta, tanto que…Dejo la puerta sin cerrar. Dejo las luces encendidas"

(Neil Hilborn)


Nota: Neil Hilborn es un poeta estadounidense que tiene TOC o  Trastorno Obsesivo-Compulsivo, que conmovió a todos con un poema de amor donde, a través de la repetición y la teatralidad, representa una imagen dolorosa pero al mismo tiempo preciosa de su padecimiento, según indican en Huffington Post.

La puesta en escena causó un verdadero revuelo en internet tras su desgarradora presentación en la final del concurso "2013 Rustbelt Regional Poetry Slam" y muchos felicitaron al artista por su particular manera de encarar el problema, como si se convirtiera, de la noche a la mañana, en un estandarte a seguir.

Hilborn explicó que escribió el poema en 2011 y que la mayoría de los tics que se ven en su exposición son intencionales, pero otros no.